Una de las cosas más importantes que se pueden hacer, si queremos profundizar en nuestro desarrollo interno, es trabajar el autoconocimiento de uno mismo, y, de las cosas que se pueden hacer para auto-conocerse, uno de los pasos previos más importantes es el poder de auto-controlarse y tener un dominio total sobre lo ocurre en nuestra cabeza, refiriéndonos al control y la disciplina de los pensamientos.
Un batiburrillo de ideas
Cuando uno empieza a meditar, el problema más común es que no hay forma de evitar que toneladas de ideas, pensamientos, imágenes, canciones, recordatorios sobre cosas que tenemos que hacer, etc., se acumulen rápidamente uno detrás de otro en nuestra cabeza. Intentas mantener la concentración en la respiración y a los 10 segundos estás proyectando en tu mente, sin que te hayas dado cuenta, la imagen del supermercado donde tienes que ir por la tarde a hacer la compra y lo que se te ha dicho que no te olvides de traer. Luego de repente aparece una canción de fondo, ¿quien está cantando ahí dentro que me distrae? Y un pensamiento lleva a otro y el hilo de imágenes se sucede y a los tres minutos que vuelves a hacerte consciente de tu respiración te das cuenta que has estado completamente ausente del proceso meditativo y completamente dominado por tus programas automáticos y formas mentales que sutilmente han vuelto a hacer de las suyas.
Todo desarrollo personal, usando el método o herramientas que sean, se ven confrontados tarde o temprano con la necesidad de disociarnos de esa retahíla de pensamientos, y, sobretodo, ser capaces de controlarlos a voluntad. Estamos tan acostumbrados a que sea normal que esos pensamientos vaguen a sus anchas por la mente que nos parece que es lógico que así funcione la cosa, cuando en realidad, el ser que encarna en el cuerpo y el “Yo observador” como parte principal de la conciencia que ha de dominar al resto de programas automáticos, son los que deberían decidir cómo y cuándo usar el poder de la mente, y cómo y cuándo desactivarla o concentrarla. No solo estamos hablando de poder así profundizar en ejercicios meditativos entrando en otros estados de conciencia o percepción, sino simplemente ser capaces de dominar la concentración en una idea sola por ejemplo cuando trabajamos con las técnicas de creación de la realidad.
Así que una de las primeras cosas es eso, aprender a dominar la mente, y para ello os propongo varios ejercicios sencillos, que, haciéndolos con constancia, pueden proporcionar una serie de beneficios impresionantes en el dominio de uno mismo.
Despertando al observador
El primer ejercicio consiste en hacer una pequeña meditación y observar nuestros pensamientos. Es decir, se trata de ser conscientes de lo que nos está viniendo en todo momento, como si lo estuviéramos viendo desde otro lado. Hay que seguir el hilo de todo lo que va llegando a nuestra cabeza: ahora estoy pensando en el trabajo, veo una oficina, ahora salto a la reunión de mañana, viene la idea de que tengo que terminar el informe, la cena por la noche…me tengo que acordar de hacer la compra….
La idea es ser capaces de notar de forma consciente todo lo que se nos pasa por la cabeza, sin involucrarnos en ello. Cuando somos capaces de estar entre 5 y 10 minutos observando esos pensamientos sin perder el control del hilo argumental, podemos pasar al siguiente ejercicio, pues estamos en posición de haber despertado al “observador” interno, a la conciencia interna que es capaz de percibir lo que sucede en si mismo.
Concentración o fijación de un solo pensamiento
El siguiente ejercicio de control mental es ser capaces de fijar la mente en uno solo de esos pensamientos, de bloquear al resto y de mantener control absoluto y concentración absoluta en una sola cosa durante al menos 5 minutos ininterrumpidos. A mi me gusta usar un símbolo que yo mismo me invento, no una cosa real que me pueda traer asociado referencias o ideas externas que me tiran del hilo cuando me despisto. Esto lo explica bastante bien Rudolf Steiner (padre de la Antroposofía) en varios de sus libros (How to know the Higher Worlds y An Outline of Esoteric Science), donde describe el porque sin el poder de la concentración en una sola cosa a voluntad, no es posible desarrollar ningún tipo de capacidad “interna” (psíquica, extrasensorial, etc.). Franz Bardon, en sus libros sobre ciencia hermética, hace mucho hincapié también en la necesidad de controlar la mente antes de ni siquiera intentar ningún ejercicio de control o manifestación con energías.
Bloquear todos los pensamientos
Cuando los dos ejercicios anteriores son pan comido, y cuando somos capaces de observar nuestra mente sin distraernos en ella, y somos capaces de mantener la concentración en un solo pensamiento, el siguiente paso de autocontrol mental es bloquear la aparición de todo pensamiento, lo que tan comúnmente se llama “dejar la mente en blanco”. El poder de voluntad que se desarrolla aquí es imprescindible para luego proseguir con cualquier otro tipo de ejercicio de desarrollo personal o espiritual, ya que llegamos a ser capaces de mantener la mente libre de ideas sin control. Al principio conseguimos apartar todos los pensamientos durante 10 segundos, con la práctica llegamos a 30, y con la práctica a un minuto antes de que perdamos de nuevo la concentración y todo vuelva a ser un batiburrillo de ideas e imágenes. Cuando lleguemos a mantener nuestra pantalla mental a cero durante unos 5 minutos, habremos desarrollado lo suficiente este autocontrol.
Cada uno a su ritmo
Todo desarrollo personal y espiritual debe hacerse entrenando simultáneamente el cuerpo, el alma y la mente, para mantener el equilibrio entre los diferentes componentes de nuestro ser. No es aconsejable acelerar nuestro desarrollo, todo requiere tiempo y cada uno va a su ritmo. Simplemente hay que tener paciencia, perseverancia y constancia para poder ir gradualmente avanzando en nuestro propio sendero de crecimiento personal, teniendo, como uno de los primeros objetivos para ello, ser capaces de controlar nuestra propia mente, y decidir como y cuando su poder es usado para alcanzar nuestros objetivos.
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