El ser humano ocupa un lugar en el mundo, es decir, no es una isla independiente que no interacciona con el sistema. De hecho, la soledad es una de las peores enfermedades del alma humana y la indiferencia social toda una tragedia causada por el individualismo. Los factores externos influyen en el estado de ánimo pero no pueden ser una condición determinante.
Cada persona reacciona de forma diferente
Existe un hecho curioso del que cuando tomamos conciencia podemos aprender una lección positiva: cada persona reacciona de una forma totalmente diferente ante una misma situación. Es decir, existe la libertad y el comportamiento humano no es predecible al cien por cien. Existen personas que se hunden en la adversidad y otras, se crecen. El hecho de analizar esos ejemplos positivos es un estímulo positivo para poder seguir sus pasos. O al menos, intentarlo.
Las falsas apariencias
Los hechos externos influyen menos de lo que pensamos en el bienestar interior. De hecho, cuántas veces nos equivocamos al juzgar la vida de alguien como maravillosa al considerar que esa persona lo tiene todo, y en realidad, resulta que ese alguien no se siente tan bien consigo mismo. Por ejemplo, el materialismo y la riqueza no pueden cubrir las carencias afectivas de un ser humano.
El arte de la aceptación
La realidad influye en la vida individual de una persona porque le coloca en una situación concreta que tiene que afrontar. En una situación así, la mejor forma de curar las heridas es la aceptación. Ese arte tan difícil pero tan posible que implica la serenidad de aprender a educar la voluntad.
Esta aceptación implica aprender a poner el foco de atención en aquello que sí tienes y no obsesionarte con aquello que te falta porque siempre te va a faltar algo.
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