Satisfacción Sexual

Sentirse satisfecho con la vida y con las expectativas que ella ofrece es una de las máximas aspiraciones de las personas. Dentro de un amplio conjunto de factores que producen la vivencia de satisfacción se ubican hechos como el nivel de vida alcanzado, la sensación de autorealización, la capacidad de ofrecer a la propia familia las posibilidades de desarrollo y progreso, la certidumbre de ser respetado y amado.


La satisfacción en el matrimonio es particularmente importante en estos días, donde la presión por mantener unida la pareja por encima de los desacuerdos es mucho menor que hace algunas décadas atrás, cuando la separación era socialmente rechazada, esto es especialmente cierto en las parejas compuestas por personas jóvenes en las que las tasas de separación más altas se producen hacia el quinto año de matrimonio.



Lo complicado con la satisfacción y la felicidad en la pareja es que no es un logro que uno pueda obtener directamente haciendo determinadas cosas puntuales; depende de un gran número de factores indirectos, tales como el cuidado mutuo, el cariño o la percepción de una vida completa. El 94 por ciento de las personas de más de 35 años en nuestra sociedad creen que uno de los principales logros de la vida que produce satisfacción consiste en casarse, formar una familia y tener hijos.



Tampoco es posible creer en una satisfacción completa y permanente e idéntica a través del tiempo, porque existen ocasiones en que ella es muy intensa y desbordante, aunque momentánea, mientras que otros eventos menos espectaculares producen efectos más estables; la gente cree comúnmente que un enriquecimiento súbito o un éxito profesional tiene el poder de cambiar la vida de un modo definitivo, por lo menos esto es lo que la publicidad de juegos de azar le ha dicho permanentemente, sin embargo los estudios muestran que la satisfacción se sustenta de modo más constante en los hechos comunes de cada día que en los sucesos espectaculares, los cuales luego del impacto inicial que producen tienden a retornar al punto de origen. Una original investigación sobre los ganadores de juegos de azar, como la lotería, muestra que junto a la fascinación llega posteriormente una especie de decepción por no poder disfrutar más de los pequeños logros cotidianos de la vida.



La satisfacción es elusiva y también inconstante, aparece como un producto complejo compuesto de autoestima, amor, respeto, nivel de realización personal, capacidad económica, armonía familiar, deseo y realización sexual.



En el plano de la vida sexual, las investigaciones disponibles, como la que realizó la empresa Adimark hace un par de años, muestran que mientras los varones tienen en general una visión positiva de su sexualidad y se encuentran razonablemente satisfechos de sí mismos y de su rendimiento, esto no condice con la opinión de las mujeres quienes en un 60 por ciento se manifiestan insatisfechas de su vida sexual; como estamos suponiendo que los varones chilenos tienen relaciones con mujeres chilenas y no con extraterrestres, la discrepancia entre el grado de satisfacción entre ambos abre una peligrosa brecha en el terreno de los afectos y emociones.



Para comprender estas diferencias señalemos en primer lugar que la satisfacción sexual masculina transita por parámetros distintos que la femenina.



La de los varones está mucho más centrada en la autosatisfacción y en el rendimiento; la femenina, por el contrario en los indicadores de unión, armonía y afecto.



En el centro de la imagen de satisfacción se ubica para ambos la capacidad de dar y obtener orgasmo, reacción que se ha querido legitimar como la más relevante a la hora de estimar cuan exitosa ha sido la relación sexual. En este sentido también es diferente la reacción de hombres y mujeres, porque en general los varones no conciben que una buena relación sexual no culmine con una eyaculación, mientras que una mujer puede disfrutar de la relación en sí, independientemente de que alcance siempre u ocasionalmente un orgasmo.



Los varones tienden a apresurar los contactos previos, limitando las caricias, y por lo general buscan iniciar el contacto genital y la penetración, como si existiese en ellos una cierta presión psicológica (quizás anclada en un mandato biológico de la especie que impulsa a la reproducción) lo que redunda en una disminución del placer compartido.



La escritora María Helena Walsh escribió una canción infantil que decía:



Quiero tiempo, pero tiempo sin apuro



Tiempo de jugar que es el mejor.



Tiempo lúdico, precediendo y acompañando a la relación sexual, no simplemente un prólogo para activar la excitación sino una actitud ante el propio cuerpo y el cuerpo del otro. Jugar es poner en acción la imaginación y la creatividad en cada contacto. No crea el lector que estoy sugiriendo complicadas acciones o maniobras circenses, no se trata de instalar un trapecio en el dormitorio, sino tomar el cuerpo como un espacio de goce, todo el cuerpo no solo los genitales y construir alegremente un diálogo en que las palabras las pronuncia el movimiento conjunto.



Ser lúdico es permitirse expresar humor, cariño, pasión, ternura y goce con un lenguaje corporal que toma en cuenta tanto las propias necesidades como las del otro. Para que la satisfacción sexual no sea un hecho instantáneo, sino permanente, se requiere de esta sensación de atención constante y de fluidez en las conductas. Como quedo dicho en mi libro “La pareja al desnudo”, la diferencia entre los buenos amantes y los mediocres estriba en que los primeros transmiten un lenguaje de libertad y no un código encorsetado, prisionero de un orden secuencial, la mas de las veces rutinario, que repite recetas, sin reparar en el contexto general de la situación amorosa. Al ejemplo mas típico de esta modalidad rígida lo he denominado “la teoría masculina de los switchs”, que alude a la imagen interna que el hombre tiene de aquellos territorios femeninos que tienen que ser recorridos para arribar a una completa satisfacción sexual. Señala por tanto, al mapa imaginario que el varón maneja, descriptivo de los puntos eróticos esenciales.



La teoría de los switchs establece un camino, de preferencia descendente, que empieza por la boca, sigue por el cuello y hombros, continua por los pechos y termina invariablemente en los genitales.



Todo puede ser tocado y acariciado en busca de la satisfacción mutua, pero el secreto reside en colocarse bajo la piel del otro y entender sus necesidades, que no siempre coinciden con las propias. Entender esta premisa es la clave del placer.

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