Una vida puede estropearse y vivirse con dificultad, limitación y dolor si existen sentimientos de culpa. Muchas personas sienten culpabilidad por cosas que creen no debieron hacer, decir o sentir, viven bajo un sentimiento de reprobación y rechazo hacia sí mismas y no toleran la idea de haber procedido de ciertas formas, por lo que pasan los días en un constante auto reclamo, sintiéndose, muchas veces sin percatarse de ello, como si dentro de ellas existiese algo muy malo o poco digno.
Estos sentimientos de culpabilidad pueden llegar a ser tan profundos que menguan en gran medida el goce, la libertad, el disfrute y el ánimo de la vida, así como de las nuevas experiencias con las que esta nos va encontrando. Además, la culpa genera mucha tensión y deprime la energía vital del cuerpo, lo cual puede reflejarse, a la larga, en dolor físico o problemas cardiovasculares o sanguíneos.
Si en verdad deseamos una vida plena, independiente y creativamente disfrutable, es necesario que observemos si no existe culpa dentro de nosotros, y aprendamos a decirle adiós en caso de que notemos que está haciendo sombra en algún aspecto de nuestro vivir cotidiano.
¿Qué es la culpa?
Para detectar si hay culpa dentro de nosotros, es necesario saber bien qué es. Así que definiremos a la culpa con una sola palabra: autocastigo. Cada vez que te reclames por no haber hecho algo “bien”, o te enfades contigo porque no procediste de tal forma, o te juzgues critiques o repruebes, estas sintiendo culpa. Y entre más severo eres contigo mismo, más culpa sentirás.
¿Por qué sentimos culpa?
Porque de alguna forma nos educaron para sentirnos así, poco “buenos”. De pequeños, cuando no hacíamos algo correcto, veíamos la cara de reprobación o disgusto de nuestros padres, maestros o de los adultos que nos rodeaban. Este mensaje nos hizo sentir repetidas veces que dentro de nosotros algo no estaba bien. Muchos padres, maestros o adultos educan con gran severidad y critica a los niños y jóvenes, los cuales más tarde tienden a buscar formas de ser aceptados y queridos. Y cuando esto no resulta a pesar de lo qué hacen, entonces viene la culpa.
Además, la severidad, la crítica no constructiva y el juicio severo, provocan que de pequeños busquemos formas de complacer a los demás y nos olvidemos de lo que sentimos y queremos expresar con honestidad, nos volvemos un poco auténticos, artificiales, incluso hipócritas, porque creemos que lo que somos o sentimos sinceramente no es bueno o digno de ser querido. Es como vivir con la culpa constantemente, lo cual genera mucho dolor emocional y una falta de verdadero contacto con la vida y con las personas con las que nos relacionamos, disfrazamos lo que sentimos, no somos espontáneos, muchas veces negamos las debilidades y tratamos de parecer lo que no somos.
Ansiedad y culpa
Otra forma de sentir culpa es sentirse obligado a hacer o decir cosas por los demás para no hacerles sentir “mal”. Se puede sacrificar una vida tratando de servir o hacer sentir bien a los demás, la culpa puede volvernos rescatistas de los demás, trataremos de solucionar sus propios problemas y conflictos y esto, además de volver a los demás dependientes de nosotros y con un bajo sentido de valoración, provoca que uno también sea dependiente de ellos, y muchas veces se espera en silencio que el otro nos de y nos haga felices también, lo cual conlleva también a tristezas y decepciones cuando no sucede así.
Tratar de dar y resolver la vida de los demás provoca la mayor parte de las veces que uno se olvide de lo que realmente quiere, se siente uno atado a un sinfín de circunstancias y no puede sembrar uno lo que realmente ama y desea. Vivir tratando de dar a los demás cuando nosotros no tenemos verdadera entrega y amor hacia nosotros mismos, a la larga sólo nos generara sentimientos de soledad y de fuerte ansiedad, se vive entre un querer y un deber, entre un “quiero… pero”, el cual provoca mucha tensión y desgaste emocional.
Consecuencias de la culpa en la vida personal:
Así pues, podemos resumir que la culpa provoca:
• Inseguridad
• Fuerte necesidad de ser aceptado
• Ansiedad y tensión
• Desgaste emocional
• Personalidad artificial
• Sensación de estar constantemente equivocado o “mal”
• Carácter débil
• Negación de las debilidades por temor a ser rechazado
• Falta de aceptación y valoración personal
• Sentimientos de aislamiento
¿Qué se puede hacer para alejar la culpa?
Lo primero es considerar que aquellas personas que nos han educado o compartido nuestras vidas han hecho lo mejor que han podido, por lo que no podemos exigirles ni reclamarles que nos hayan hecho sentir culpables. La edad adulta o la madurez emocional consiste en que un debe empezar a ser independiente y a solucionar sus propias debilidades.
Luego, habría que comprender que en realidad no existe nada de malo en uno mismo, que la vida está ahí para aprender a vivirla, y que una equivocación, cuando es comprendida y se sabe sacar el conocimiento de ella, se convierte en un verdadero momento de retroalimentación.
El auto-castigo, la crítica a uno mismo, el querer “ser perfecto” o andar complaciendo a los demás para que lo acepten o quieran a uno, sólo habla de falta de dignidad o autovaloración. Habla de culpa. Así que habría que empezar a observarse uno mismo y determinar donde uno se critica o quiere ser perfecto, o donde está haciendo las cosas para los demás, poniéndose en último lugar.
La auto-observación es algo que no se debe descuidar, pues nos da datos claros de cómo estamos viendo y viviendo la vida. Observa cómo te hablas a ti mismo, como te tratas, cómo te ves a ti mismo, y así encontraras si hay culpa en ti. Y si detectas culpa… ¡no te sientas culpable! Es momento de empezar a cambiar tu perspectiva y tu visión hacia ti mismo, entablar un diálogo sincero con lo que eres, aceptar tus debilidades y aprender a amarte así como eres, creando diálogos amables y amistosos contigo mismo.
Obsérvate a cada momento del día, ve como tratas a los demás y observa cómo te tratan. Y si te sorprendes regañándote o criticándote, o complaciendo a los demás antes de lo que verdaderamente quieres o sientes, entonces, habla contigo, observa lo que no te gusta de ti, aprende de tus errores y nútrete de las experiencias, y repítete cosas bellas durante el día. Se tu mejor amigo y ve creciendo poco a poco tu propia confianza y valor.
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