¿Las parejas tendrán que ser parejas para funcionar?
Cuando se habla de parejas disparejas lo primero que se piensa es en las fuertes diferencias de edad o en diferencias corporales notables. Sin embargo estas características no son verdaderamente insuperables, por el contrario las parejas se adaptan cada vez más a esas diferencias. Hay otras disparidades más complejas, tal vez menos evidentes, pero más profundas, que condicionan el bienestar de una pareja.
Yo no se quien inventó el mito de que los opuestos se atraen, al contrario, estoy seguro que lo que atraen es el conflicto, porque si bien las pequeñas diferencias pueden hacer entretenida y complementaria a una pareja, a medida que estas se amplían y se contraponen es más sombrío el pronóstico. Porque seamos sensatos, nadie elige a otra persona con la intención de pasar por lo menos algunos años en su compañía por tener profundas diferencias con ella. Cuando digo profundas me refiero a valores, religión, proyectos, coincidencias, gustos, deseos (incluyendo el sexual). Por el contrario, cuantas más coincidencias hayan entre ambos mejor es el pronóstico de persistencia y calidad de vida de esa pareja.
Enrollemos un poco más la cuestión para no creer que todo es tan evidente, porque si así fuera, la gente se elegiría vía cuestionario de coincidencias, que debiera actuar como una máquina tragamonedas. Si muestra 5 limones en la pantalla ¡ Bingo! Quédate con esa persona el resto de tu vida.
La cosa es un poco más difícil porque apunta a perspectivas conscientes e inconscientes. Por las primeras se puede creer que uno elige a la pareja ideal de acuerdo a las coincidencias con un mapa amoroso trazado en el curso de la vida. Es el ser amado que siempre se esperó y al que se reconoce cuando surge en nuestro camino, nuestra mitad complementaria con quien obviamente coincidimos en casi todos los temas relevantes. Esta pareja sería pareja, aunque el cruel destino tampoco les garantice la felicidad eterna (aún cuando su porcentaje de éxitos es alto) porque son básicamente previsibles el uno para el otro. Garantizan seguridad, pero también monotonía. Confianza, pero también aburrimiento. Continuidad, pero también repetición.
Las perspectivas inconscientes apuntan a que el otro complete nuestras propias carencias. O a que lograremos cambiar las características del otro para ajustarlas a nuestros propios designios.
Sin embargo, y aun cuando seamos diferentes, esto tampoco significa la crónica de una muerte anunciada, porque se pueden trabajar las diferencias a través de la aceptación del otro. Este es un tema central en cualquier relación humana y no abarca solo a las parejas.
Aceptar a otro implica una actitud de vida, en la cual suspendemos los juicios, las críticas y las desvalorizaciones, dejamos de juzgar porque en definitiva todo juicio implica una actitud de superioridad y a su vez de empobrecimiento personal de quien juzga. Dejamos la crítica porque aunque aparezca bajo el disfraz de “constructiva” no es más que una máscara de la agresión. Dejamos la queja porque como dijo Confucio: “es mejor buscar la luz que quejarse de la obscuridad”.
Aceptar a los demás y particularmente a quien hemos elegido para construir un futuro es el camino que propongo para que las diferencias enriquezcan a ambos y no los lleven al conflicto.
En resumen, las parejas disparejas tienen dos caminos definidos, el primero que conduce a las confrontaciones y que está alimentado por la intolerancia y la soberbia de quien se sabe poseedor de la verdad.
El segundo, el del encuentro y del crecimiento personal mutuo, cuando cada uno se deja nutrir por los atributos del otro.
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