Hay tareas que se hacen eternas. No encuentras el momento de empezar con ellas porque sabes que se van a expandir de lo lindo, robándote lo que te queda de existencia.
Exagero un poquitín, ya. Pero seguro que conoces la experiencia de enfrentarte a tareas que se te hacen interminables. La que yo más padezco es la limpieza “a fondo”.
Quizás tú hayas experimentado esa pesadez anticipada al contemplar un tocho de apuntes que has de estudiarte o qué sé yo. Vas aplazando la misión, hasta que te juntas con un cerro de cosas que da susto verlo.
Partamos de lo básico: Cuanto más larga y pesada es una tarea, más propensos somos a posponerla. (Cuando es muy insignificante, también podemos caer en eso.)
¿Solución? Dividirla, bien en pasos o bien en bloques de tiempo, como a ti te venga mejor.
Vamos a hablar de los bloques de tiempo, que funcionan muy bien para esas tareas que “nunca acaban” (como la limpieza).
1. Establece un bloque de tiempo
Tu cerebro se asusta cuando ve que la limpieza (o lo que sea) va a devorar toda la tarde. Tranquilízalo poniéndole un límite a la tarea: Sólo vas a dedicarte a ella durante 20 minutos, por ejemplo.
Establece una fracción pequeña para vencer esa resistencia. Pero lo suficientemente grande como para ver algún progreso.
Usa un reloj o temporizador, empieza la cuenta atrás y… ¡adelante! Manos a la obra, sin pensarlo.
2. Respeta ese límite
Cuando se cumplan los 20 minutos (o los que marque tu temporizador), para. Deja la tarea como está.
Sabes que, una vez que estás puesto, es más fácil seguir trabajando más minutos de los que tenías previstos. Pero, tratándose de una tarea especialmente engorrosa para ti, en la que sueles procrastinar con frecuencia, es preferible que respetes el límite de tiempo.
Si no lo haces, mañana tu cerebro no confiará en tu palabra de que sólo vas a estar 20 minutejos y, seguramente, volverá a inventar excusas para escapar.
Aprovecha que, dejando una tarea a medias, tu cerebro puede estar más dispuesto a continuar el proceso mañana.
3. Registra el progreso
Si vas a estar varios días enfangado, hazte con un calendario y señala los días en los que has cumplido con la misión. O búscate otro registro (una agenda, una aplicación, una libreta…).
Conforme más días vayas viendo marcados, menos trabajo te costará seguir.
4. No acumules atrasos
En caso de que te saltes un día, no acumules ese tiempo para el día siguiente. Esto es, hacer 40 minutos de limpieza para compensar los 20 que no hiciste ayer.
Saltarse un día no es significativo y no va a servir para motivarte que te lo eches en cara. Tómatelo con calma y naturalidad. Haz tu parte hoy, que lo de ayer ya es historia.
5. Recompénsate
Date un premio proporcional a tu logro: disfruta de tu programa de televisión preferido. O, si cumples toda la semana, sal a bailar. Cosas así.
En mi caso, reservo esas recompensas para los fines de semana: Subí, bajé, trabajé a conciencia… Digo, qué menos que esmerarme también en un auto-homenaje.
La existencia nos depara tareas pesadas o ingratas (a unos más que a otros). Pero éstas no nos privarán de hacer lo que más nos gusta. Además, se puede encontrar el modo de que no sean tan peñazo y de que no ocupen tanto tiempo. ¿Lo intentamos?
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