Según la ciencia, somos el “Homo Sapiens Sapiens”. Es decir, el hombre que sabe que sabe. El que se “da cuenta”. El que es consciente de la consciencia, porque es consciente, en primer lugar, de sí mismo.
Cuando se comprende que la consciencia es lo único que existe, se entiende, al mismo tiempo, que permanecer consciente siempre y en todo lugar, es lo más importante que podemos hacer.
La consciencia es el eje de todo. Si nos “damos cuenta”, estaremos en armonía entre el mundo interior y el exterior. Si no, funcionaremos a través de nuestra máquina a través de reacciones inconscientes y, por lo tanto, mecánicas.
Escapar a tal mecanicidad a través de la consciencia es disponer de la deliciosa posibilidad de crear con intención nuestro propio mundo, nuestro microcosmos particular y por ende, nuestro futuro.
Instalarse en la creencia de que el futuro está determinado, es sinónimo de estar profundamente dormido. O al menos, sumergido en la hipnosis colectiva que nos dice qué hacer, cómo y cuándo.
Despertar a la consciencia es tomar en nuestras manos el timón de nuestra existencia, y crear con nuestras creencias conscientes el futuro que deseamos.
Suena maravilloso, ¿verdad? Pues lo es. El único precio a pagar por semejante libertad ilimitada de elección (libre albedrío, lo llaman), es la responsabilidad de estar a cargo de nuestra vida, de nuestros actos, elecciones y decisiones.
¿Seremos capaces de asumir tal responsabilidad? No es tarea fácil, desde luego. Pero, sí posible. A partir del momento de asumir la capacidad de responder por nosotros mismos ya no hay “otros” a quienes poder culpar de nuestros errores. Tampoco habrá nadie a quien “seguir”. Con la capacidad de crear nuestro futuro, nos convertimos también en nuestros propios Maestros. Todos somos ya Maestros… pero, es más cómodo seguir a otro a quien, si algo no sale bien, poder culpar.
Asumir nuestra maestría es asumir la capacidad de dirigir la nave de nuestra vida al puerto que decidamos, sabiendo que no existe ningún puerto mejor que otro. En todo caso, siempre será una elección de nuestra Alma.
Navegar por la vida creando día a día las condiciones idóneas es, sin lugar a dudas, una aventura maravillosa en la que las prisas y la impaciencia han de ser erradicadas. La impaciencia es sinónimo de ausencia de confianza.
Sin embargo, más que confianza, lo que necesitamos es certeza. Cuando en nuestro mundo interno hemos creado con imaginación consciente –no con fantasías ilusas- aquello que deseamos para nuestra vida, tenemos la certeza de que ello se materializará tarde o temprano, dependiendo de nuestros propios bloqueos.
Y ocurrirá. Sin lugar a duda que sucederá, pues hay certeza. ¿Qué tipo de certeza es esa? La certidumbre de haberlo “visto” y “sentido” previamente en nuestro mundo interior. Ya está hecho. Ya está realizado. Lo sé. Lo he visto. Lo he sentido.
No es atracción, es proyección. Creamos nuestros microcosmos con las proyecciones de nuestra consciencia. La idea de atraer las cosas, situaciones o condiciones, es fruto de la ignorancia, pues parte de la idea de una dimensión dual.
La creación consciente y la subsiguiente materialización ocurren en la dimensión de la Unidad. Luego, se trata de una proyección consciente, no de atracción.
Y lo más hermoso es que todos los seres humanos tenemos ese don. Todos sin excepción. De alguna manera, todos tenemos este conocimiento, pero lo hemos olvidado. Todos llevamos el tipo de vida que deseamos llevar. Lo que sucede es que nos hemos olvidado de nuestra posibilidad y naufragamos en los estrechos parámetros mentales en los que habitualmente vivimos… y morimos.
Sin embargo, despertar a nuestra plenitud es posible. La plenitud está siempre en nosotros. Aquí y ahora. No es necesario marcharse a una cueva de los Himalayas. La consciencia se actualiza siempre aquí y ahora. ¿Quieres? ¡Puedes!.
Naveguemos a través de nuestras creaciones con una suave perseverancia, con la certeza interna de que aquello ya ha sucedido. No se trata de magia. Es lo natural, cuando se sabe cómo funcionan las leyes del Universo.
Feliz creación consciente.
Feliz vida.
Publicado por Verdemente – Abril 2.010