Una problemática que se da frecuentemente entre los niños es cuando se identifican o sienten curiosidad por actitudes o conductas del sexo opuesto. Esto es algo que genera una gran angustia entre los padres porque no saben cómo manejarlo y porque tampoco saben si es algo normal.
Los niños nacen con un género definido, pero además de la genética se enfrentan a una herencia transmitida, tanto familiar como sociocultural, lo que hace que los niños aprendan a comportarse de cierta manera para funcionar dentro de lo establecido, en casa y en la sociedad. Pero muchas veces si algo se interpone a esto, sea innato o aprendido, aparecen las dificultades en la identidad sexual.
Durante muchísimos años de investigación no se ha encontrado la información que teorice perfectamente la razón de esta tendencia, pero hay muchos casos que pueden ejemplificarla:
El niño se identifica con la figura parental del sexo opuesto (el niño con mamá, la niña con papá).
El deseo consciente e inconsciente de sus padres por el sexo del niño influye en las expectativas que el niño quiera cumplir.
Nace un hermano del sexo opuesto toma actitudes de él/ella para recibir la misma atención.
Padres con actitudes del sexo invertidas (mamá masculina, proveedora, etc. padre sensible, con apertura a expresión de sentimientos, etc.)
Legado familiar: todo lo que la familia ha transmitido generación tras generación de lo que significa ser hombre o mujer
Si esta situación no es tomada en cuenta en el hogar, puede traer graves consecuencias en el área emocional de los niños:
Acoso escolar
Baja autoestima
Autoconcepto devaluado
Sentimiento de inadecuación (a donde vaya se sentirá inadecuado)
Inseguridad
Confusión y fantasía con respecto a los genitales (por ejemplo: que crecerá un pene en el caso de las niñas o que el mismo desaparecerá en el caso de los niños).
Es importantísimo remarcar que el tener actitudes del sexo opuesto no necesariamente origina una homosexualidad en la adolescencia y/o adultez. Además que ser afeminado o masculina no significa ser “gay”.
Por eso es necesario tomar ciertas acciones para que esto afecte lo menos posible el desarrollo del niño/a y el de su familia. Algunas recomendaciones:
Tomarlo con la mayor calma posible; la angustia de los padres puede complicar más la situación, lo que puede hacer sentir culpable al hijo; o en el otro extremo, al mostrar tal grado de angustia se podría estar reforzando la conducta del niño, ya que, al ver que todo gira en torno a eso, podría seguir haciéndolo para recibir esa atención. Estar conscientes que en algunos casos, al pasar determinada edad, vuelven a tomar las actitudes esperadas a su género.
Indagar en ellos el por qué de estas actitudes o conductas; dar un espacio de expresión sin críticas.
Hablarles con la verdad: explicarle que sí es algo que llama la atención porque su conducta no es lo esperado (por ejemplo que le guste el rosa, o que no juegue con muñecas). Eso trae ciertas consecuencias, por eso mismo están interesados en entender la razón, porque lo aman tal y como es y quieren protegerlo.
Finalmente hay que tener presente que, sólo si el niño está sufriendo con esta situación, podría asistir a una Psicoterapia, donde logre entender el porqué de esta conducta, pero si quienes están angustiados son los padres, lo óptimo es que ellos sean los que asisten a la Psicoterapia, para indagar si algo en ellos está fomentado que se presente esta conducta. Cuando ya la situación muestre indicios de ser irreversible, la terapia serviría también para el proceso de aceptación.
Lic. Florencia Bevilacqua