Para muchas personas, pensar en la sexualidad como una actividad espiritual podría parecer, como poco, extraño, incompatible e incómodo. Parecería que nuestro "modelo" social no mira estas dos fuerzas como lo que realmente son: coexistentes y absolutamente complementarias.
Esto es así porque, de la misma manera en que existe una separación entre la Iglesia y el Estado, en general nuestra sociedad actual, por diversos motivos, se ha asegurado de separar la espiritualidad del sexo. Es más, estamos programados socialmente para percibir todo lo relacionado con la sexualidad como algo que se debiera ocultar, algo vergonzoso, tabú y hasta obsceno y degradante.
Esta concepción entiende lo sexual como necesario, pero única y exclusivamente para la supervivencia de la especie. Se ha creado la imagen de que aquella persona que se abstiene o controla sus impulsos sexuales, a diferencia de quien no lo hace, es "pura", ¿verdad? Así se llega a la conclusión de que el sexo sirve para la reproducción, pero si somos "decentes", no debiéramos disfrutarlo mucho.
Aunque tal vez parezca exagerada esta descripción de actitud ante la sexualidad, créanme que no está lejos de la realidad. La falta de entendimiento de que la sexualidad afecta profundamente nuestra salud física y espiritual tiene como consecuencia que cada día sean más las personas que pierden la pasión, el deseo y las esperanzas de vivir una vida sexual activa y satisfactoria. Sin embargo, libre de estas ideas impuestas y aprendidas, cada ser humano tiene el conocimiento innato de que el componente sexual de su ser es sagrado.
La sexualidad espiritual no es más que la idea de que, a través de la intimidad generada al compartir sexualmente, podemos conectarnos a algo más grande que nuestro aspecto puramente físico: nuestro espíritu.
El acto sexual consciente abre el alma para que entregue y reciba fuerza enérgica de vida. Esta fuerza nos revitaliza tanto el alma como las emociones, y resulta en una vida diaria más plena y significativa. Compartir de pasiones del alma como sólo puede hacerse físicamente a través de la actividad sexual es una experiencia difícil de recrear. Recuerda que la sexualidad es mucho más que un acto coital físico. Es estar presente en el momento, estar presente en tu cuerpo, vivir plenamente las sensaciones y energías que se generan, los sentimientos que florecen… es expresión del lenguaje físico. Y precisamente muchas dificultades entre parejas surgen como consecuencia de esa falta de conexión espiritual en el sexo. Es entonces que comenzamos a tener experiencias sexuales vacías, soledad emocional y desolación espiritual.
En ciertas civilizaciones ha existido un gran apego entre la sexualidad y la espiritualidad. Basta con echar sólo un vistazo a los fundamentos del Kama Sutra, el sexo tántrico y las enseñanzas taoístas de la sexualidad humana. El Kama Sutra, por ejemplo, es un texto que no se enfoca únicamente en técnicas sexuales, sino que incluye formas y leyes de conducta que tanto mujeres como hombres deben conocer no sólo con el objetivo de ser expertos en conocimiento Kama, placer erótico, sino porque éstas artes le ayudarán a ser mejor esposo y mejor esposa, logrando así mayor armonía en sus vidas. Según el Kama Sutra, la armonía se da cuando el hombre y la mujer viven como un solo cuerpo y una sola alma. Esta armonía comienza con la relación sexual. Sexualidad que se basa en extender el placer para quienes participan, en la sensualidad integrada, en la variación de prácticas, en la plena realización, aceptación y celebración de nuestra sexualidad como forma integral del "yo" completo.
El tantra, por su parte, también enfatiza esta unión de lo carnal y lo espiritual. Desde su punto de vista, cada aspecto de la creación, incluyendo la sexualidad, debe ser celebrado y tratado como algo sagrado. Por lo tanto, al igual que las enseñanzas del Kama Sutra, la filosofía tántrica pretende enaltecer todos los sentidos de manera que se prolonguen las sensaciones de placer y se fortalezcan los lazos de intimidad entre la pareja. La teoría explica que la fuente de energía más poderosa en el mundo es la sexual y, por lo tanto, se le otorga gran importancia a la ritualización de la relación carnal.
El éxtasis sexual es visto como una experiencia divina que culmina, en su momento, en el orgasmo, y éste logra proveer una experiencia sagrada que podrá acercar a la persona a su propia iluminación espiritual.
La sexualidad es mucho más que sólo liberación sexual física, y también mucho más que sólo dos personas teniendo una experiencia espiritual. Es la culminación de todo esto y más… la totalidad de lo emotivo, lo físico, lo intelectual y lo espiritual celebrando la abundante fuerza enérgica de vida que nos invita a trascender y convertirnos en seres sagrados.
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