No solamente nuestro planeta, como también el universo entero es formado de partículas materiales en la acción de los Elementos. Y gracias a la diversidad de los elementos es que vivimos en un mundo lleno de diferencias. Aún así, todas las cosas visibles e invisibles se originan solamente a partir de una fuente de vida. Por ese motivo es que el reconocimiento de las cuatro caras de la unidad, de donde surgen los elementos, posibilita al hombre desarrollar su conciencia espiritual y tomarse consiente de ésta unidad.
Fuego, agua, aire y tierra, de la forma como generalmente los conocemos, no son más que formas claras de los propios elementos. Sus manifestaciones se revelan de la siguiente forma: el elemento agua posee propiedades magnéticas, nutre y sustenta. El elemento fuego posee propiedades eléctricas y creativas. El aire es el elemento separado que facilita la coexistencia de dos de los principales elementos: el fuego y el agua. El elemento tierra es el amalgama que une el fuego, el agua y el aire, que, en diferentes proporciones, hace posible la formación de los materiales con diferentes propiedades.
Para una mejor comprensión de las operaciones de los elementos veamos como funcionan en la práctica. Como ilustración, veamos como las raíces de un árbol absorbe el agua y minerales necesarios para su crecimiento (elementos agua y tierra). El árbol respira a través de sus hojas (elemento aire) y recibe luz y calor de los rayos solares (elemento fuego). Si prendiésemos fuego a un árbol, los elementos serían liberados de la madera: el agua se evaporará; la luz que por largos años brilló sobre el árbol se quemará en una llama poderosa; el oxigeno que el árbol “expiraba” facilitará que este proceso de quema de energía y nutrientes transforme el suelo en cenizas, las que nuevamente servirán como una fuente de minerales para otras formas de vida.
El organismo humano también contiene esos cuatro elementos. La ruptura de la delicada armonía de los elementos en el cuerpo humano provoca enfermedades, especialmente sí abusamos de la energía de estos elementos o la obstruimos. Pero, no es nuestro objetivo intentar sustentar esta armonía en el nivel material, y sí en el espiritual. Pues lo que vemos por fuera es siempre una manifestación de lo espiritual. Los elementos que forman el mundo material están también insertos en el carácter del hombre.
Dependiendo de cual elemento predomine en él, puede ser de naturaleza colérica, sanguínea, melancólica o flemática. En la interacción humana, cada una de estas naturalezas es importante, porque posibilita “ver la materia” a partir de todos los lados y, considerar todos los aspectos al desempeñar una actividad, posibilita al ser humano tener su trabajo próximo de la perfección. De hecho, existen doce naturalezas humanas que son mezclas de los cuatro elementos en varias proporciones y son conocidas como los doce signos del zodíaco.
La interacción de los dos principales elementos puede también ser encontrada en la unión del masculino con el femenino, donde el hombre, a través de su naturaleza, contribuye con el relacionamiento con las fuerzas creativas del fuego, mientras la mujer contribuye con las fuerzas de sustentación del elemento agua, formando la fundación necesaria para la operación activa del hombre. Cada uno de los cuatro elementos es inherentemente neutro y no es ni bueno ni malo. Es el hombre quien imprime a la actuación de los elementos un carácter bueno o malo. Pero, para que no nos quedemos presos a teorías, aun que el conocimiento correcto es también importante para el desarrollo espiritual del hombre, veamos los aspectos tanto positivos como negativos que el hombre puede desarrollar dentro de sí.
Al leer las cualidades individuales usted puede tener la sensación de que no tiene muchos trazos característicos del elemento que predomina en su personalidad o puede encontrar en sí trazos de otros elementos. Depende de cuánto usted esté desarrollado como espíritu humano y de cuántas cualidades usted desarrolló a través de la experiencia. En otras palabras: algunos cosechan treinta veces más, otros sesenta veces y otros una centena de veces. Pero todos deben alcanzar la perfección transformando todas las cualidades negativas y positivas.
El elemento fuego (colérico)
Cualidades positivas: vigoroso, cuidadoso, entusiasmado, corajoso, determinado, creativo, osado, esforzado, persistente...
Cualidades negativas: susceptibles a discusión, irritadizo, con impulsos de destruir todo, apasionado, insensato, celoso, voraz, vengativo, violento, odioso, rabioso, intempestivo
El elemento aire (sanguíneo)
Cualidades positivas: vigilante, libre, cordial, confiable, claro, luminoso, independiente, diestro, optimista, diligente, perspicaz, alegre...
Cualidades negativas: Inestable, deshonesto, copuchento, astuto, calumniador, hablador, inconstante, susceptible, gastador...
El elemento agua (flemático)
Calidades positivas: comprensivo, sereno, moderado, confiable, devoto, piadoso, indulgente, modesto, fervoroso, flexible, meditativo, interiorizado...
Cualidades negativas: indiferente, insensible, flojo, indolente, rígido, retraído, desconsiderado, inestable, desanimado…
El elemento tierra (melancólico)
Cualidades positivas: consistente, consciente, perseverante, puntual, cauteloso, resistente, responsable, firme, confiable, sobrio, ambicioso, respetuoso, realista…
Cualidades negativas: materialista, superficial, flojo, indiferente, lento, susceptible, inconsciente, inconsistente, tímido, desvergonzado…
Todos tenemos un libre arbitrio, pero también la responsabilidad de decidir cómo utilizar la fuerza de los elementos y cuáles son las cualidades a desarrollar en nuestro carácter. Pero sí aún tenemos trazos negativos que no fueron transformados en nuestro carácter, entonces no nos sorprende el hecho de que no estemos bien en algunas áreas de nuestra vida, o sí no podemos elevar hacia la tan ansiada Luz, después de la muerte de nuestro receptáculo físico.
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