Ser mamá es, sin duda, y para la gran mayoría de las mujeres, la mayor felicidad, el logro más grande, la realización por excelencia.
Muchas mujeres se enfrentan a la maternidad en soledad, pero no todas por la misma razón: están aquellas que deciden ser madres solteras por elección, las que han perdido a su compañero y quedan solas para transitar este camino, están también las madres niñas o adolescentes que tempranamente y sin haberlo buscado, se encuentran con un hijo en los brazos.
La maternidad en sí es una sola, pero puede vivirse de diferentes maneras, tanto sea para quienes la viven acompañada, como para las que están solas en esta hermosísima, pero muy difícil empresa de ser mamá.
Hay diferentes razones por la cuales una mamá puede estar sola para criar a su hijo.
Hay quienes por propia elección, deciden ser madres a pesar de una realidad de soledad. Mujeres solteras (o no necesariamente), que no han encontrado un compañero de ruta, pero que no por eso quieren resignar el hecho de ser madres.
Esta realidad es cada vez más común. Antes no se concebía que una mujer sin compañero decidiera engendrar o adoptar un hijo.
Hoy la mujer, a diferencia de antes, decide y planifica su vida. Así como triunfa o se autoabastece económicamente, lo hace en muchos otros aspectos. Ya no se espera que el marido sea el sostén de la casa, ni de ellas mismas.
El abanico de posibilidades que se ha abierto para las mujeres es infinito, desde todo punto de vista. Ya casi no hay terrenos que no puedan abarcar. El ser mamá a pesar de no tener un compañero, es uno de ellos.
El instinto o el deseo de ser madre es tan potente que nada lo detiene, ni siquiera la soledad.
Solas toman la decisión, solas se someten a un tratamiento o a los trámites infinitos que hay que hacer en este país para poder adoptar un niño.
Solas cargan con sus panzas, sus miedos e ilusiones. Deciden ser mamá y papá también. Traen al mundo un niño que, desde el vamos y en principio, no tendrá una figura masculina como referente.
Pero el deseo es más fuerte ¿Por qué quedarse con las ganas? ¿Por qué esperar un amor? ¿Y si nunca llega? El calendario va acercando la fecha de vencimiento de la fertilidad y no se puede esperar.
Nadie es quien para juzgar la decisión de otro. No estamos aquí para ver si es bueno o malo decidir ser mamá y papá al mismo tiempo. En todo caso, si hay que usar una vara para medir, usemos la del amor. Ese que venció la adversidad y la soledad y que se enfrentó a todo por tener un hijo, que no supo del apoyo inmenso que significa un compañero en esas instancias; pero que, aún así, pudo más. Se impuso y allí está convertido en un ser pequeño que reconoce a esa mujer como madre.
No es fácil el camino. Hay que lidiar solita para todo, no hay con quien compartir tareas, ni turnarse para dar mamaderas o cambiar los pañales. Con el correr de los años, también habrá que dar explicaciones y no será sencillo seguramente tampoco.
Aún así, quien ha tomado semejante decisión, presuponemos sabía de antemano lo que le esperaba. Tomar una determinación de tal magnitud, no sólo implica un deseo muy profundo, sino que también conlleva (o debería hacerlo al menos) una gran carga de responsabilidad, una toma de conciencia previa de qué es lo que vendrá luego o mientras, también.
Por otro lado, están aquellas mamás que han quedado solas. A quienes la vida por una razón u otra les arrancó su compañero y sea porque esa persona ya no está físicamente, por que las abandono, porque está privada de su libertad, o por la razón que sea, se enfrentan solas a la maternidad y no por propia voluntad.
Pero una vez más, como diría la canción “el amor es más fuerte” y cargan con fortaleza, dignidad y dulzura la inmensa tarea de traer un hijo al mundo, criarlo, ayudarlo a que crezca. Tampoco ellas tienen un compañero, pero no han querido ni buscado esta soledad. Deben, además, aprender a convivir con esa soledad, con la muerte o el abandono, con la tristeza o la frustración, pero a la vez debe seguir adelante, luchar, pues su hijo está allí y deben velar por él. No importa cómo se sientan, su hijito es el motor para salir del dolor paralizante y ponerse en acción.
Ejemplo de valentía, también son mamá y papá al mismo tiempo. Hay que sostener, hay que alimentar, hay que proveer económicamente, hay que convivir con la ausencia del ser amado, hay que hacer tantas cosas…. Pero pueden, ellas pueden, Dios las provee de una fortaleza única que las hace seguir adelante, cual guerreras defendiendo a capa y espada el tesoro más amado, un hijo.
Asimismo, hay otro motivo muy distinto por el cual una mujer puede estar sola a la hora de ser madre. Una realidad que duele, que lastima, que no debería existir.
Las madres “niñas” o “adolescentes” que son víctimas de la ignorancia, de la desinformación, y lo que es peor aún, de la violencia, de la aberración.
No son casos iguales unas que otras, pero la vida de estas jovencitas que no tienen edad, ni madurez para concebir un hijo, se ve trastocada y no vuelve a ser la misma. En el caso de una violación, se suma al hecho de concebir un hijo sin estar preparada para ello, la carga inmensa de cómo fue concebido, la humillación, el dolor, la impotencia. En estos casos, no sólo hay que aprender a ser madre, hay que rearmarse como persona también.
En el caso de las mamás adolescentes quienes por imprudencia o como queramos llamarle, han llegado a esta instancia, tampoco es fácil el camino. Compartamos un párrafo de una nota que nos acerca algunos datos al respecto:
“En los últimos dos años se verificó un aumento del número de embarazos adolescentes del orden del doce por ciento, marcando un tendencia francamente preocupante. El Ministerio de Salud de la Nación informó que durante el año pasado hubo 103.809 embarazadas adolescentes de 15 a 19 años de edad que tuvieron un hijo. Es muy difícil que se pueda concebir a estos embarazos como el resultado de una decisión responsable, autónoma y madura y más bien parece el resultado irreflexivo, desinformado e inconsciente de la sexualidad. Esta maternidad trastoca la vida de la adolescente de un modo a veces muy grave. Así, en general las chicas se ven imposibilitadas de seguir con los estudios secundarios y a la maternidad sorpresiva le sigue la desconexión con el sistema educativo, algo que puede condicionar el horizonte de expectativas de una persona” (1)
Para cada cosa hay un momento en la vida, sin duda la instancia de la adolescencia no es la indicada para ser mamá, hay que estudiar, divertirse, crecer, ni más, ni menos que eso: crecer y prepararse para las cosas. Pero aún así, con el “calendario desordenado” el amor vuelve a imponerse. De todos modos, no es lo ideal, ni para el niño, ni para la madre, ni para el entorno.
Como dijimos al principio, la realidad de las mamás solas tiene muchas aristas diferentes, muchos ángulos desde donde puede mirarse, muchos costados diría yo, todos distintos.
De todas maneras y como siempre en cada caso, en cada ángulo, en cada situación está DIOS por sobre todas las cosas, quien protege, da fuerza, valor y por sobre todo sostiene si es que en algún momento se tambalea.
Ser mamá sola no es algo fácil decididamente, pero con la ayuda de Dios todo se puede, sin en ÉL confiamos, descansamos o tratamos de curar las heridas, se podrá seguir adelante de la mejor manera.
Porque además, más allá de ser una parte de una canción popular, es una realidad contundente: EL AMOR ES MÁS FUERTE siempre.