Una forma practica de abordar las cuestiones sexuales para exponerlas en un espacio limitado, es partir de las ideas que en general circulan en la sociedad con respecto a la sexualidad y que las asumimos como ciertas, siendo estas en muchos casos erróneas e incluso totalmente contrarias a lo real.
Una idea muy difundida y común es la de que “sexo es lo mismo que coito (penetración), cualquier otra actividad no cuenta”.
Muchas veces cuando las ideas son comunes a la mayoría de las personas, no las cuestionamos y ni siquiera nos preguntamos de donde provienen; podemos rastrear los orígenes de este pensamiento en el pueblo de Israel, más precisamente en el libro del Génesis, donde se establece una ley fundamental que dice “CRECED Y MULTIPLICAOS”.
Este mandato determinó un absoluto respeto por la función reproductiva del acto sexual, considerándose grave cualquier violación de la norma.
Con la llegada del cristianismo, se toman y profundizan estos mandatos, proponiendo al cuerpo como “lugar del pecado” e instalándose un ideal de “no goce” o ascético, donde se exalta la renuncia a todo lo placentero.
Por ejemplo, San Agustín que vivió entre los años 354 y 430 decía “Amad a vuestras mujeres, pero amadlas castamente. En vuestra relación con ellas manteneos dentro de los límites necesarios para le procreación de hijos”.
Es así como queda fuera de lo natural y es considerado aberrante cualquier otro contacto sexual que no sea el de pene-vagina.
Si bien hoy día las costumbres han cambiado mucho, estos mandatos milenarios siguen actuando en nuestro inconsciente y es uno de los factores que provoca que pensemos que muchas de las cosas relacionadas con lo sexual son sucias e inmorales además de la dificultad para poder expresarnos abiertamente de las cuestiones sexuales; observémonos a nosotros mismos y comprobaremos que es así..
Si nos atrevemos a “pensar”, preguntémonos cuantas veces en la vida, una mujer o un hombre realizan la actividad sexual con el fin de procrear, ciertamente no serán muchas, a menos que halla alguna dificultad para lograr el embarazo.
La casi totalidad de las veces se realizará como acto placentero y con la utilización de algún método contraceptivo y si la relación sexual se diera por algún compromiso u obligación es probable que se transformaría en una actividad indiferente o desagradable.
Así tratamos de hacer un poco de luz sobre esta idea tan común que limita enormemente la sexualidad, dado que quedarían excluidos de la misma todo tipo de “juegos previos”, actividades orales, manuales, estímulos visuales, auditivos, olfativos, etc….o sea todo aquello que “humaniza” nuestras relaciones sexuales y las diferencia de las de los animales.
Es justamente todo lo que acompaña a la penetración y al orgasmo, lo que erótica el pensamiento y despierta el deseo.
Si limitamos la sexualidad a la faz penetrativa, corremos el riesgo de caer en la monotonía de una sexualidad limitada que lleva al aburrimiento y a espaciar cada vez más nuestra actividad sexual.
Además esta idea limitada excluye la sexualidad de personas con discapacidades físicas que van desde los traumas por accidentes, pasando por los accidentes cerebro vasculares, enfermedades del sistema circulatorio, diabetes y otras; que pueden provocar una disfunción erectiva que impide la práctica de la penetración y que sin embargo esto no impide que puedan gozar de una sexualidad placentera tanto para ellos como para su pareja.
La penetración es importante en la relación sexual, pero más importante es darse cuenta que no se equivalen; sino que la primera es una “parte” de la segunda y que la sexualidad humana abarca infinidad de aspectos y sutilezas que si no son tenidos en cuenta la reduciríamos a una sexualidad de tipo animal (SOLO CON FINES REPRODUCTIVOS).
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