Teotihuacán es uno de los lugares más misteriosos de América, por no decir de todo el mundo. Ya su nombre, que en castellano viene a decir algo así como “El lugar en que los hombres se convierten en dioses”, nos pone en la pista de un lugar grandioso, donde todo, o casi todo, es posible.
No es el nombre que los constructores de sus grandes monumentos se dieron a sí mismos. Es sólo como los llamaron otros pueblos que conocieron posteriormente el lugar. De quienes erigieron sus grandes pirámides a lo largo de la conocida como calzada “de los muertos” desconocemos todo, o casi todo. Ni su lengua, su origen étnico, o cuándo anduvieron por aquellos lugares.
Hablamos de Méjico. De una explanada a 45 kilómetros aproximadamente de la capital del país. Un lugar que hasta el s. XIX no era más que un foco de leyendas sobre antiguas civilizaciones, tesoros ocultos y cosas así.
Tuvo que llegar el año 1885, y un arqueólogo llamado Leopoldo Batres, para que el mundo conociera las maravillas de Teotihuacán.
Desde el principio, las excavaciones fueron revelando una civilización maravillosa y muy avanzada llena de misterios y enigmas que aún hoy no han podido ser resueltos. Se sabe que quienes construyeron la ciudad lo hacían teniendo muy en cuenta la astronomía –como los mayas o los egipcios–, y que como aquellos, también, llegó un momento –se especula con que en torno al s. VII d. C. – en que su cultura se vino al traste.
Y es aquí donde encontramos los mayores misterios.
Porque los estudios revelan que fueron sus propios habitantes los que ocultaron, bajo toneladas de escombros, sus propias viviendas, templos y otros edificios públicos.
Desaparecieron de un día para otro, dejando para la posteridad imponentes pirámides como la del sol, o la de la luna, prácticamente intactas, sólo enterradas. Sin más.
No hay rastro de una lucha armada, o de un cataclismo de cualquier tipo. No hay cadáveres, y por tanto es de imaginar que los habitantes no murieron allí, si no que, de alguna manera, se fueron...
Es éste el gran misterio de Teotihuacán, pero no el único.
La lista sería inmensa, y estaría encabezada para la Serpiente Emplumada y su leyenda, que ya comentamos más atrás...
Sólo cuando podamos leer en sus paredes, sus decenas de glifos tallados en la roca, sus estelas, y lo que resultará quizá más revelador, sus coordenadas ocultas en las medidas, orientación y demás detalles de sus edificios, podremos, quizá, acercarnos a sus secretos.
Mientras tanto, tendremos que conformarnos con quedar asombrados ante su monumentalidad… Y admirar a los hombres –o lo que fuera– que la llevaron a cabo.
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