Admite que no siempre tienes la razón y reconoce al otro su razón o su parte de razón.
Respeta los derechos de los demás, iguales a los tuyos, y jamás abuses de los que te pertenecen.
Tus intereses merecen ser defendidos, pero tienes que aceptar que los de los otros son igualmente valiosos.
Muy pocas cosas, o ninguna, justifican el empleo de la fuerza, a menos que se atente contra tu vida.
Busca las identidades, las afinidades y las coincidencias constructivas, haciendo a un lado lo que genera pugnas y encono.
Témele al ventajoso, al aprovechado y oportunista, y tiéndele la mano al que carece de habilidades para la ganancia deshonesta.
Dedica una parte de tu tiempo al servicio de la comunidad, devolviendo así algo de lo que de ella recibes.
Corresponde a la frialdad con el compañerismo que aproxima y solidariza las voluntades y los corazones.
Concierta, acuerda, dialoga, sin discutir estérilmente; que tus palabras tiendan puentes al entendimiento mutuo y amistad.
Reconoce a tu hermano y reconcíliate con tu enemigo; en ese sentido da siempre el primer paso”.
Luis Carlos Sáchica