Una realidad constante en nuestra vida son las expectativas quelos demás tienen hacia nosotros, lo que esperan que nosotros hagamos o seamos. En realidad, todos tenemos expectativas y las usamos como medio de plantearnos objetivos y las padecemos cuando nos condicionan constantemente en nuestras relaciones con los demás.
Tienen que ver con las personas significativas para nosotros, los padres, la pareja los hijos e hijas, los amigos, etc. Los que queremos y nos quieren tienen unas expectativas, esperan algo de nosotros y amuchas veces no se hacen conscientes estas expectativas pero somos constantemente condicionados por ellas, en ocasiones pueden ser apoyos pero en muchos otros son lastres que nos pueden amargar la vida.
Sepamos y aprendamos que en realidad las expectativas que los demás ponen en nosotros nada tienen que ver con lo esencial de nuestra personalidad, ni con nuestra vida como proyecto, en realidad tienen que ver con las metas de los otros, con sus deseos y compensaciones. Muchos padres quieren que sus hijos estudien no porque crean que es lo mejor para ellos sino porque quieren que hagan lo que su padre no puedo hacer.
Por ejemplo, cuando nacemos, venimos al mundo con una carga de expectativas tremenda, aunque nuestra familia no es consciente pero, todos esperan al recién nacido con una lista de demandas como pueden ser que sea de determinado sexo, que sobresalga en determinado deporte, que se parezca a fulanito, que no vaya a ser como menganito, que valore lo que nos ha costado que nazca, que ayude a mejorar la relación de pareja de los padres, que cumpla los anhelos de los abuelos que no cumplio el padre, etc, etc. Creo que podemos hacer un ejercicio de todas las expectativas que nuestra venida al mundo trajo consigo y nos quedaremos cortos.
Posteriormente en la vida diaria, seguimos arrastrando esta dependencia de las expectatitvas que tienen los demás de nosotros, la pregunta es que pasa si nos atrevemos a enfrentarlas a averiguar qué es exactamente lo que los demás esperan de nosotros, tal vez podríamos llevarnos más de una sorpresa.
María se casó con Paco hace quince años. Tienen dos hijos, uno de 13 y otro de 10. María dejó de trabajar cuando tuvo su primer hijo y desde entonces hace las “labores de casa”. Ella me comenta que le gustaría volver a trabajar, porque es abogada, pero que no se atreve a decírselo a su marido. Cree que se va a enfadar porque su marido es muy machista y cree que las mujeres tienen que estar en su casa cuidando a la familia.
David lleva trabajando en una empresa desde hace diez años. Ha visto cómo otros que han llegado después de él han ido escalando posiciones. Uno que llegó hace tres años es ya el subdirector de una sección. Él cree que su jefe debería saber que tiene muchas más opciones que los demás, que sabe hacer bien su trabajo, que puede asumir más responsabilidades, que tendría que cobrar más salario. Pero David nunca se lo ha planteado a su jefe. Piensa que su jefe debería saberlo sin necesidad de que él se lo diga.
Carlos y Silvia son hermanos y han heredado una empresa familiar. Su padre se jubiló hace tres años y ellos han tenido que asumir la dirección de la empresa. Los dos se llevan bien, toman las decisiones juntos, siempre hablan cuando hay un problema. Carlos, sin embargo, no quiere seguir en la empresa, quiere crear otra empresa diferente dedicada a otros productos, porque quiere triunfar y piensa que con una empresa familiar no lo va a conseguir. Pero Carlos nunca se lo ha dicho a su hermana.
Pilar y José se casaron hace cinco años. Cuando se casaron decidieron que no querían tener hijos, así que José se hizo una vasectomía. Pero ahora Pilar está dándole vueltas a que quiere tener un hijo. Antes no quería, porque se iba a perder su juventud, pero en este momento su mayor ilusión sería tener un bebé, eso sería algo maravilloso para ella. Pero Pilar no se atreve a decírselo a su pareja porque en su momento habían decidido de mutuo acuerdo no tener ningún hijo.
¿Sabes lo que los demás esperan de ti? Si no se lo preguntas, si ellos no te lo dicen, nunca lo vas a saber. Pregunta. ¿Qué quieres de mí?
Tu pareja, tus hijos, tus compañeros de trabajo, tus padres, tus amigos, ¿sabes cuáles son las metas de los demás? Pregúntales cuáles son sus aspiraciones, sus objetivos, sus deseos, sus anhelos, sus sueños… ¿Cuáles son las esperanzas de las personas que te rodean?
¿Saben los demás lo que tú esperas de ellos? Si no se lo dices, aunque te quieran mucho, aunque te admiren, aunque te aprecien por tu trabajo, ellos no lo van a saber. Si no lo dices, nunca se van a enterar de tus necesidades. Pide, aunque te digan que no.
¿Saben los demás cuáles son tus metas? Las personas que tienes alrededor, ¿saben cuáles son tus expectativas, tus ilusiones, lo que quieres conseguir?
¿Cómo sabes que lo saben? ¿Cómo sabes que lo sabes? Solo hay una manera: hablando.
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