La felicidad en el aquí y ahora está constituida por dos estados distintos, los placeres y las gratificaciones. Los primeros tienen un componente emocional y sensorial e implican escaso pensamiento o ausencia del mismo. Las gratificaciones por su parte, hacen que estemos inmersos en ellas y que en cierta manera perdamos la conciencia propia. Aquí están presentes los pensamientos, las interpretaciones, están relacionadas con la puesta en práctica de nuestras virtudes y fortalezas.
No es fácil basar nuestra vida sólo en placeres ya que los mismos son efímeros y además nos acostumbramos a ellos, lo que hace que pierdan su efecto demasiado rápido.
Para poder sacar provecho a estos placeres debemos introducirlos en nuestra vida tanto como nos sea posible, la clave radica en que transcurra más tiempo entre estas experiencias. Si usualmente adoras el helado y lo consumes cada tres o cuatro días, comienza a hacerlo cada seis o siete. La sorpresa y el espaciamiento logran que no nos acostumbremos a esos placeres y que no pierdan su fuerza.
Debemos aprender a saborear cada momento placentero, hacernos concientes de su presencia y prestarle atención. Existen cinco técnicas que nos conducen a llevar a cabo esta meta:
Compartir experiencias placenteras con otras personas
Guardar la experiencia en la memoria, mediante fotografías o escogiendo algún recuerdo fisico del lugar o del evento, ya sea una piedra, una flor.
Autoelogio, hablar con los demás de lo vivido y decirles lo importante que era para ti llevar a cabo esto en tu vida.
Agudizar la percepción, concentrarse especialmente en ciertos detalles.
Ensimismamiento, permanecer absorto sin pensar en nada, solamente nos concentramos en lo que estamos sintiendo.
Presta especial atención a todo lo que te rodea, usualmente vamos perdidos en nuestra rutina como si estuvieramos en una especie de piloto autómatico. No nos detenemos a ver las formas extrañas de las nubes en el cielo, o el juego de un par de cachorros en el parque, ni siquiera la sonrisa de quienes conversan alegremente. Hay que desacelerar nuestro estado mental, siempre estamos pensando en lo que tenemos que hacer mañana, o dentro de diez minutos. Nos resulta difícil silenciar nuestros pensamientos y sólo disfrutar lo que está pasando ahora, en este preciso minuto, segundo.
En cuanto a las gratificaciones podemos decir que están relacionadas con la buena vida, se caracterizan por hacer nacer en nosotros un estado de ensimismamiento, nuestra conciencia es como si se apagara y hay una total ausencia de emociones. Las gratificaciones pueden incluso no brindarnos disfrute en ese mismo momento, pero cuando las recordamos nos encantaría volver a repetirlas.
Entre las gratificaciones encontramos actos de caridad, escribir un libro, prepararnos para un examen extremadamente importante, bailar, etc. Las tareas incluirán un reto para nosotros y requerirán de nuestra habilidad, estamos concentrados y apuntamos a ciertos objetivos, nos implicamos de manera profunda, el tiempo se detiene. Estamos en un estado de fluidez. No hay emociones positivas en el momento, ya que más que nada es nuestro pensamiento el que nos está dominando.
Cuando nos dejamos llevar por el mundo de las gratificaciones, estamos invirtiendo en nuestro “capital psicológico”, en nuestro crecimiento, en nuestro futuro.
Las gratificaciones en definitiva enriquecen mucho más nuestra vida que los placeres. Tendemos a la felicidad instántanea, pero la verdadera felicidad radica también en nuestro esfuerzo. Las recetas rápidas traen consigo depresión y desilusión. Debemos ejercitar nuestras virtudes, detectar nuestras fortalezas y ulizarlas en pos de nuestro bienestar.
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