Nuestra vida es una suma de decisiones, tanto buenas como malas. Muchas veces, sin sospecharlo siquiera, vamos cabando nuestra propia tumba con el rumbo que elegimos tomar. Sucede, nos equivocamos todo el tiempo, lamentablemente nadie tiene una bola de cristal mágica que pueda ayudarnos a ser más sabios de lo que somos, sin embargo, una vez que nos vemos atrapados en una situación desagradable es cuando más tenemos que actuar sin juzgarnos.
Estar en una relación amorosa de dependencia, un trabajo que odiamos pero a la vez necesitamos, vivir con personas que prometían ser una cosa y son otras, endeudarnos, enfermarnos gravemente por haber descuidado nuestra salud, etc. Todas situaciones horribles que nos generan dolor pero lo que es más, nos van generando impotencia. Esa sensación de que no hay manera de escaparnos no importa lo que hagamos, una sensación intensa de pura desesperación, de desolación. Y sumado a esto, está entrelazado nuestro sentimiento de que no valemos nada, de que somos unos tontos, de que no podemos hacer nada bien, y en vez de ayudarnos o intentar encontrar una salida, nos entristecemos, lloramos, nos reprochamos constantemente, gritamos y no llegamos a nada.
En estos momentos extremos de nuestra vida es cuando tenemos que apelar a nuestro raciocinio más que nunca, a nuestra frialdad, olvidarnos que somos nosotros las víctimas de esa situación que jamás hubiesemos imaginado. Una vez que logramos calmarnos lo suficiente para poder ver la situación como si se tratara de un tercero a quien queremos dar una mano, tenemos que analizar cuidadosamente las herramientas con las que contamos para poder vislumbrar una salida, por pequeña que sea. Pensemos en las alternativas, en cuál podría ser el paso a seguir más conveniente dadas las circunstancias, ¿existe alguna manera factible de tomar otro camino en este momento?
Supongamos que estamos en un trabajo que detestamos y nos carcome por dentro tener que ir cada día al mismo lugar, ver a la misma gente a quien no apreciamos, ser humillados por jefes frívolos, un lugar despreciable del que no podemos escapar…por ahora. Lo primero que tenemos que hacer es pensar en las posibilidades reales de cambiar de trabajo, utilizar nuestro talento o nuestras habilidades para buscar trabajo de maneras creativas o incluso ir armando nuestro pequeño negocio a modo de ingreso extra. Piensa qué es lo que tú puedes ofrecer para que el mundo vea todo lo maravilloso que eres.
Aquellas circunstancias que escapan por completo de nuestro control tienen que poco a poco ir perdiendo el poder que tienen sobre nosotros, si bien es cierto que no las podemos cambiar, al menos podemos intentar cambiarnos a nosotros mismos para que no nos afecten tanto. Pero en aquellos pequeños detalles sobre los que sí tenemos control, es en eso donde debemos aferrarnos para poder rescatarnos.
Hay que aprender a perdonarse por las equivocaciones cometidas, no castigarnos ni insultarnos por haber tomado el camino menos conveniente para nosotros, pensar fríamente cuál es el paso factible y más rápido para comenzar a inclinar la balanza de la vida a nuestro favor, no caigamos en la tentación de nuevamente tomar decisiones impulsivas que no conducen a nada. Medita cuidadosamente el paso a seguir, pide ayuda de ser necesario, los demás pueden tener una visión más objetiva y brindarnos ideas que quizás no podamos percibir por nosotros mismos. Ve tu vida desde otra perspectiva, no te abrumes por el sentimiento de impotencia que solamente nublara tu juicio y te atara indefinidamente a la situación actual. Usa tu potencial, tus fortalezas, para continuar planeando el gran escape.
Sé que estos consejos quizás parezcan triviales cuando estás hundido en la angustia, pero he comprobado que sirven a la perfección. No estás solo en este mundo y siempre se puede salir adelante, la solución está a tu alcance, solamente debes aprender a buscarla con paciencia.
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