La soberbia es el concederse más méritos de los que uno tiene, excesiva idolatría, estimarse a sí mismo demasiado por encima de nuestro valor real. Suele ser origen de muchos males de la conducta y entre sus características encontramos la prepotencia, la presunción, y quizás el que resulta más chocante, situarse por encima de todos lo que le rodean.
La persona soberbia es incapaz de asumir sus defectos, por lo tanto estos sujetos son en extremo reacios a las críticas constructivas. Muestran altanería y se creen suficientes, no necesitan de nada ni nadie. Siempre intentan llamar la atención y quieren hablar sobre sí mismos, si no se encuentran siendo el tema central del dialogo se aburren.
Por supuesto que una persona soberbia presenta varias dificultades en sus vínculos. Al tener un amor exagerado y distorsionado hacia sí mismos les cuesta tener empatía, entregarse y sobre todo siempre van a tratar de que el otro les muestre adoración y sumisión. Ser soberbio es ser exagerado, intenso e incapaz de poder ver más allá de sus propias narices, lo que inevitablemente va a traer demasiados problemas con las personas de su entorno.
Es indudable que el exceso de amor propio es tan dañino como la ausencia del mismo, no podemos vivir una vida enteramente dedicada a nuestros caprichos, así como tampoco es saludable siempre poner a los demás por encima de nuestras necesidades. El sano equilibrio es a lo que siempre deberíamos intentar acercarnos.
Por su parte, el orgullo, a diferencia de la creencia popular, es algo muy positivo cuando nos posicionamos desde su perspectiva más optimista. Barbara Fredickson, lo considera una de las emociones positivas, ya que el orgullo nos permite valorarnos a nosotros, a lo que somos capaces de construir, a nuestras acciones y experiencias, a nuestros propios logros así como también los logros y acciones de los demás.
Nada de negativo recae en compartir nuestros éxitos y esfuerzos con las personas que queremos. Merecemos “darnos la palmadita en la espalda” cuando hicimos las cosas bien o pusimos todo nuestro empeño en lograrlo. El no darnos permiso para ser orgullosos es arrebatarnos la oportunidad de valorarnos.
Pensar en uno mismo es necesario, cuidarse a uno mismo y a veces también decidir anteponer nuestros deseos al de los otros es importante en ciertos contextos, como cuando estamos enfermos o estamos pasando por un momento muy delicado de nuestra vida.
Definitivamente el orgullo no es sinónimo de soberbia cuando analizamos los términos, intentemos no volver a confundir los conceptos, ya que cuando los equivocamos, nos estamos quitando la oportunidad para celebrarnos. Recibir halagos por nuestra labor o por cualquier otra característica positiva que poseemos es algo hermoso, debemos recibir con brazos abiertos a las personas que nos valoran y también aprender a valorarnos a nosotros. Siéntete orgulloso de ti y de los demás y no temas aventurarte en la hermosa experiencia de amarte saludablemente a ti mismo.
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