Como nadie es perfecto, nuestros defectos hacen que a veces nos metamos en problemas con nosotros y con las personas con las que nos relacionamos.
Cuando esto ocurre podemos creer que meramente la distancia va a solucionar el hecho, sin embargo, nuestro corazón, nuestra mente y nuestra alma, son los encargados de hacer las reparaciones necesarias de los puentes accidentados.
Estas alternativas que te describo a continuación, quizá pueden ayudar a alcanzar una reconciliación (con nosotros y con los otros). Te invito a que las pruebes y desde ya te deseo todo el éxito.
Siéntete capaz de crear el momento para tratar los asuntos pendientes. No esperes a que la iniciativa venga de la (s) otra (s) persona (s).
Al tratar el asunto, no generalices. Frases como: “Nunca entendiste nada”, “Jamás me cumpliste”, causarán malestar. Preferiblemente habla de hechos concretos: “Me sentí mal cuando hiciste la compra y te olvidaste de lo que te había pedido, cuando incluso te llamé para recordártelo”.
No caigas en reiteraciones cansadoras. “Sé que te lo dije, pero te lo repito, y lo haré una y mil veces más…”. Actuar como una metralleta hace perder la paciencia, y aumentan las posibilidades de que quien nos acompaña se desenchufe de la conversación.
Procura definir tus emociones, eso te ayudará a entender mejor lo que te ocurre para indagar en una posible solución.
Busca recordar las experiencias en la que te sentiste de una forma similar a como se puede estar sintiendo el otro, y piensa cómo saliste de esas situaciones.
Establece tus límites. A veces nos dejamos llevar y así se pierde el importante respeto.
Reconoce tus faltas, perdona, y toma medidas para proteger el vínculo.
Todos cometemos faltas, y también todos podemos repararlas.
Siempre podemos mejorar nuestros vínculos.
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