Cuando dejamos de acordarnos de hechos, situaciones, personas, en cierto sentido dejamos de estar vivos. Esto es lo que le sucede a las personas mayores, a las que cuando dejan de acordarse –que no es lo mismo que tener recuerdos o vivir de los recuerdos– de alguna manera infravaloramos, porque es como que ya no están en este mundo. Así sucede cuando solemos escuchar alusiones como “mira este viejo, que ya no se acuerda de nada…”. Me vienen a la memoria los enfermos de Alzheimer, que no se acuerdan de quienes son. Quizás también lo puedan comprobar si han tenido alguien cercano aquejado de un tumor cerebral que le hace perder la relación con el pasado y con su identidad. Una cosa es la conexión de uno con quién fue, con quién es, y otra cosa es vivir de recuerdos.
Cuando alguien empieza a vivir de recuerdos, a vivir de lo que fue y no de lo que es o de lo que potencialmente puede ser, algo no funciona bien. Recordar un momento ya intangible que solo toma forma en las palabras escritas o pronunciadas, es ubicarse sustancialmente en un hecho que nunca volverá a ser parte de la realidad. En tanto referencia a un suceso transcurrido, se rememora algo cuya naturaleza jamás podrá cambiar.
Es irónico pensar que, en algún momento, cada uno de nosotros será un recuerdo más que habita en la mente de uno, o quizás, de más seres. Podemos tener la ilusión de perpetuarnos en la memoria colectiva, la meta de trascender la evocación de un simple momento o de haber sido una persona más que pisó la tierra anhelando llegar al firmamento.
¿Te acuerdas de tu tatarabuelo? El padre de tu padre de tu padre de tu padre. Gracias a ese ser humano tú estás vivo pero, ¿lo recuerdas?
Seguir siendo sin ser, estar en la materialidad de lo intangible, estar en los pensamientos sin pensarlo, hablar con voz ajena, vivir sin vida, caminar con el viento y brillar como el hermoso recuerdo que marcó vidas latentes que anhelan febril e inútilmente que aquellos días vuelvan a ser el pan de cada día… Así es el recuerdo que anhela la existencia de su presente, porque siempre está fuera de tiempo real.
Sin embargo, cuando tenemos esperanzas, proyectos, ilusiones, cuando tenemos las luces largas puestas y creemos que el futuro puede darnos algo mejor de lo que hemos vivido antes, cuando creemos que cualquier tiempo pasado fue peor –y no que cualquier tiempo pasado fue mejor, como dice el refrán–, cuando afirmo que mi relación contigo va a ser mejor o distinta de lo que fue y lo proyecto, es decir, cuando nos importa más a dónde vamos que lo que fuimos, en ese momento nos declaramos vivos.
¿Eres una persona de proyectos o de recuerdos? ¿Los recuerdos se sienten? ¿Acaso alguna vez quisiste ser memoria del tiempo? En una ocasión, alguien que me quiso y me quiere mucho me dijo: “Tú siempre serás la diferencia entre el antes y el después en mi vida”, a lo que yo respondí: “No quiero ser el antes ni el después, quiero ser el ahora”.
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