La satisfacción significa sentirnos contentos con lo que somos y lo que tenemos. Esta cualidad humana puede resultar más inaccesible de lo que parece. La capacidad para hallarse continuamente satisfecho es un factor fundamental en la aportación de felicidad a la vida.
El descontento es un mal creciente y difundido en la sociedad; se revela habitualmente en el modo de hablar y así se nos hace muy fácil manifestar nuestras quejas y nuestra insatisfacción a nuestros familiares, compañeros de trabajo o, incluso desconocidos.
Las quejas socavan la satisfacción, no sólo de uno mismo, sino de todas las demás personas con las que nos desahogamos. El descontento puede dar lugar a deseos absurdos y desbocados como un consumismo excesivo. Piensa en todos los miles de millones gastados en publicidad que alimenta el descontento..
Debemos esforzarnos en reducir nuestros deseos de tener cosas materiales e intentar aumentar nuestra satisfacción.
Cuando sintamos que nuestras quejas se han hecho crónicas lo mejor es refugiarnos en la quietud, el silencio y el arte de apreciar el amor y la perfección de cada momento.
Podemos cultivar la satisfacción en nosotros mismos a través de la enumeracón y aprecio de lo que tenemos y lo que somos. Si deseamos logra un cambio, hemos de actuar para conseguirlo, pero tener presente mientras tanto todas las cosas con que contamos y sentirnos en consecuencia satisfechos.
Una enfermera estadounidense que trabajaba en una remota aldea nigeriana observó que un grupo de niños de cinco a siete años que jugaba cerca de su casa habían dedicado varias horas a construir con latas recogidas en la basura un camión de juguete, que empujaban satisfechos de su obra. Mientras tanto su propio hijo dueño de un enorme y caro camión olvidado en su habitación los miraba con envidia.
J.J.N.T.