Tenemos bastante clara la diferencia entre una persona egoísta, que sólo busca su propio beneficio, y una persona altruista, que siempre está dispuesta a ayudar desinteresadamente a los demás. A simple vista, deberíamos identificar claramente a esas personas porque se trata de actitudes antagónicas. Pero no siempre es tan fácil, ya que a menudo, un comportamiento altruista esconde una actitud egoísta. Es lo que se conoce como el altruismo recíproco, observado tanto en humanos como en animales y que parece ser una característica innata relacionada con la supervivencia.
Hoy por ti, mañana por mí
Tenemos tan asumida la máxima del "hoy por ti, mañana por mí", que nos vemos en la obligación de devolver el favor cuando alguien nos ha ayudado. Y no es que se trate de que tengamos que ser desagradecidos, porque cuando alguien hace algo por nosotros, cuando nos ayuda en una situación delicada, lo menos que podemos hacer es agradecérselo de la mejor forma posible. Pero si te sientes ligado a esa persona que te ha ayudado y crees que tienes una deuda con ella, tal vez esa persona no ha sido tan servicial como pensabas, sino egoísta.
Aunque la naturaleza avale este tipo de cooperación que busca una recompensa en la ayuda, conviene alejarse de esas personas que se esconden en el disfraz de amables y serviciales para sacar provecho de cada situación. Y es que estamos a favor del altruismo más simple, que es la ayuda desinteresada y no tanto de los oportunistas que se aprovechan de las desgracias de los demás.
El egoísmo de una persona que te presta su ayuda se ve cuando esa persona se encarga de propagar a los cuatro vientos su buena acción, cuando te recuerda constantemente la importancia que tiene en tu vida, o cuando aprovecha la mínima oportunidad para mencionarte la deuda que tienes, una deuda que probablemente nunca termines de pagar por más que se lo agradezcas.
Lo que nos aporta ayudar a los demás
Lo cierto es que ser altruistas ya nos aporta suficientes beneficios a nivel personal como para necesitar que nos devuelvan el favor. La generosidad se recompensa con la satisfacción de haber ayudado a una persona que lo necesitaba, al sabernos útiles y al recibir el agradecimiento de la otra persona. Pero cuando lo que necesitamos es el reconocimiento popular o la admiración de los demás, seguramente estamos enfrentándonos a un problema de inseguridad.
Ayudar a los demás esperando algo a cambio no es la mejor forma de demostrarle al mundo lo buena persona que eres, y dice muy poco de tu generosidad. Al contrario, esa actitud te delata como una persona egoísta en la que no se puede confiar y, con el tiempo, puede que empieces a notar el rechazo social. Nadie quiere contraer deudas que no se pueden saldar.
Si de verdad quieres sentirte útil, si de verdad tienes vocación de servicio y si te sientes bien ayudando a los demás, no esperes nada a cambio de tu comportamiento, porque la verdadera recompensa de la generosidad es aumentar tu autoestima y ganar autoconfianza.
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