A lo largo de la vida nos encontramos con múltiples pérdidas, desde la muerte de seres queridos (padres, hermanos, pareja, amigos, etc.) a la pérdida de trabajo/s, rupturas de pareja/s, muerte de mascotas, cambios de residencia, etc. Como podemos ver vivir pérdidas es mucho más frecuente de lo que pensamos, de hecho es una parte inevitable de nuestra vida, y parece que en ocasiones no somos conscientes de que cualquier tipo de pérdida merece nuestra atención, es decir, necesita su periodo de duelo.
Proporcionar información sobre el duelo pretende ayudar a llevar (un poco) mejor este difícil proceso,
y también facilitar el acompañamiento de seres queridos que se encuentren en estas situaciones.
El duelo es un proceso de elaboración, natural y adaptativo, que consiste en la integración de la experiencia de pérdida, al final del cual, lleva a la persona a experimentar un cambio profundo en su identidad.
Se ha escrito mucho sobre los duelos y coexisten diferentes modelos explicativos, vamos a quedarnos con el modelo de tareas/necesidades del duelo, el cual considera la elaboración del duelo como un proceso durante el cual la persona tiene diferentes necesidades y tareas que resolver para ir avanzando.
Veamos con un poco más de detalle qué ocurre en cada etapa, acompañado de relatos de testimonios que facilitan la transmisión de cómo nos podemos sentir en cada momento:
1. En un primer momento nos encontramos con la etapa de aturdimiento y choque. Es cuando la persona recibe la noticia, la conmoción del impacto amenaza la capacidad de reacción de la persona, por lo que se ponen en marcha reacciones tales como aturdimiento, descreimiento, negación, confusión, etc. La función de estas reacciones es mitigar el input de la noticia para preservar nuestra integridad. En otro extremo también se pueden dar reacciones agudas de llanto, desesperación, etc. De hecho no es extraño que ambas reacciones coexistan, ya que oscilar entre mecanismos de evitación y de aproximación es el intento de manejar lo que sentimos. Por tanto la tarea principal de esta etapa es manejar los aspectos más traumáticos de la pérdida.
"Cuando el médico me dio la noticia me quedé conmocionado. No sé qué me pasó, no podía hablar. Salí de la sala y eché a correr, me di de bruces con la pared y empecé a golpearme la cabeza, no podía parar. Tuvieron que sujetarme." (Joaquín)*
2. Pasado un tiempo (días, semanas o meses), aparece la etapa de evitación y negación. Ahora aparecen maniobras inconscientes para hacer de barrera protectora ante el impacto del dolor. Se puede reaccionar negando los hechos, minimizándolos, o bien manteniéndose muy activado/a, experimentar una culpa excesiva o rumiaciones obsesivas, etc. Estas estrategias inconscientes de rechazo-evitación permiten una asimilación más progresiva de la dolorosa realidad. La tarea principal de esta etapa consiste en ir disolviendo progresivamente las estrategias protectoras de distorsión-evitación e ir aumentando la tolerancia al dolor.
"No me quiero hacer a la idea de que no volverá. Cuando me vienen pensamientos a la cabeza, los aparto. No sé si hago bien o no, pero es muy importante para mí no aceptar que no volverá. Intento imaginarme que está de viaje. Es lo único que me ayuda ahora. Tengo todo como él lo dejó…. Él sigue viviendo aquí. No quiero aceptar; aceptar es olvidar, aceptar es abandonar."
(Susana, tres meses después de la muerte de su esposo)*
3. A medida que va disminuyendo la necesidad de evitar y rechazar, la persona se va sintiendo más preparada para afrontar la realidad. Es la etapa de conexión e integración, ahora se ponen en marcha respuestas de afrontamiento orientadas a conectar con la realidad (dolor, tristeza, culpa, hablar de la relación, abandonarse al dolor, realizar rituales de conexión como visitar lugares asociados al ser querido, etc.). Estas respuestas permiten llevar a la conciencia aspectos de la relación con el ser perdido y explorarlos con el objetivo de asimilar la vivencia y dotarla de significación emocional y cognitiva.
"Al principio decía a la gente: "a mi hijo me lo han matado". Después: "mi hijo ha muerto en un accidente de coche". Ahora ya no busco más culpables, ahora me digo: "qué más da cómo haya muerto, sólo sé que le echo mucho de menos, y que necesito hablar de todo lo que me falta de él"*
4. Finalmente, si se han ido elaborando progresivamente los aspectos más traumáticos, defensivos y relacionales llegamos a la etapa de crecimiento y transformación, en la cual se va produciendo una reorganización de nuestro mundo interno con relación al ser querido perdido, a uno mismo y a la vida en general. De manera que en un duelo elaborado la persona debe haber ido más allá de su estado anterior y convertir de forma natural esta experiencia en un crecimiento personal. En esta etapa final algunas de las creencias o esquemas nucleares que teníamos se ven substituidos por nuevas creencias que incorporen la significación emocional de la pérdida.
"Jenica:
En vez de brazos que suspiran por acunarte, me has dado brazos para acercarme a otros padres que han perdido a un hijo.
En vez de ojos llenos de pena por no poderte ver crecer más, me has dado ojos que pueden admirar la belleza de cada nuevo día.
En vez de oídos que añoran escuchar las palabras "te quiero, papi", me has dado oídos para escuchar a otros que tienen el corazón roto.
En vez de labios que quisieran besar tus lágrimas, me has dado labios que me han enseñado a decir: "entiendo tu dolor, yo he estado donde estás tú ahora".
En vez de un alma sin dirección ni propósito, me has dado la esperanza de que ciertamente hay un lugar eterno donde todos nos reencontraremos algún día.
En vez de ser un padre que se toma la vida a la ligera, has dado a tus hermanos y hermanas un padre que aprecia cada momento del día.
En vez de un corazón destrozado por el dolor, me has dado un corazón que se abre a los demás.
En vez de una mente llena de resentimiento, autocompasión y rabia, me has dado una mente que entiende el regalo precioso que es la vida.
Te quiero dar las gracias, ángel mío, por todos estos presentes que me has dado. Intentaré hacer lo mejor para vivir mi vida de manera que te haga sentir orgullosa de mí tanto como yo lo estoy de ti.
Espero que continúes compartiendo conmigo estos regalos, pues ahora sí que estoy dispuesto a aceptarlos y comprenderlos.
En el día de tu cumpleaños
TU PAPI" *
El proceso de duelo es un camino que al principio es duro, árido, doloroso, hay muchas piedras y curvas, momentos en los que nos rendiríamos, otros en que retrocedemos, pero poco a poco se va volviendo más luminoso, esperanzador, nutritivo, llevadero, y cuando llegamos al final del camino nos damos cuenta que no somos la misma persona, algo ha cambiado, la experiencia del camino nos ha convertido en un ser mejor.
* Fragmentos extraídos de Payás P., Alba (2010). Las tareas del duelo. Ed. Paidós
Autora: Teresa Jounou
Jaume Guinot