Querer al otro como es

Todo el mundo necesita tener gente a su alrededor. El hombre es un animal social. Por eso, la amistad es algo imprescindible para tener una buena vida, y no me refiero a tener "muchos amigos", sino a tener "buenos amigos", que me temo que nunca serán muchos... Pero no sólo está la amistad. La vida nos coloca continuamente ante personas, y nos hace relacionarnos con ellas. Con algunas acabamos siendo amigos, a lo mejos con una de ellas acabaremos siendo novios, con el resto seremos simplemente "conocidos", "compañeros de trabajo", "hermanos en la Fe", etc.

La cuestión es que estamos continuamente situados ante personas con las que tenemos que relacionarnos. No con todas al mismo nivel, vale, pero sí con todas. Y allí entra el tema de esta entrada: para tener una convivencia pacífica, y consruir relaciones humanas verdaderas, es necesario aceptar al otro como es. Bueno, quizá voy muy rápido: lo primero es aceptar que el otro no es como yo. Esto ya es difícil para muchas personas. Y, una vez entendido que cada uno es distinto, y que eso no es una amenaza, ni un estorbo, ni una incomodidad, deberemos a aprender a amar y aceptar al otro exactamente como es: como otro, lleno a lo mejor de defectos que nos molesten, pero también de virtudes y dones que nos enriquecen.

Recordemos lo que decíamos en otro artículo sobre que amar es una decisión. Para aceptar al otro como es (que es en realidad un expresión de amor) deberemos tomar esa decisión de pasar por encima de la natural animadversión que nos produzcan éste o aquél. No nos sale natural, lo natural es clasificar a la gente y reunirme con los que son afines o compatibles conmigo. Y ahí se pierde una riqueza humana inmensa, porque se pierde la oportunidad de descubrir al otro, no como pieza compatible conmigo, sino como persona, que puede tener ideas absolutamente distintas, pero que precisamente eso la hace más rica. Y que puede que esté llena de defectos, vale, pero esos defectos son parte del pack y la amaré con ellos. Los defectos son parte de la entrañable unicidad de alguien, porque nadie es igual a otro en su configuración de defectos. La mayoría de problemas de relación vienen porque se ama a la persona intentando pasar por encima de sus defectos, en lugar de aceptarla con ellos. (Esto no quiere decir que no haya que corregir a alguien lo que hace mal. El amor trata de sacar de nosotros lo mejor, es parte de su dinámica. Pero el primer paso para cambiar las partes negativas de alguien es amarle con ellas, de forma que no sienta que mi amor es parcial o interesado, sino que de verdad sienta que se le quiere tal cual, sin necesidad de hacer nada para mantener ese afecto.)

Jesús dice en la Biblia que nos amemos unos a otros como Él nos ha amado. Y la teología cristiana afirma a este respecto que como Él nos amó fue totalmente: Él nos conocía perfectamente, sabía todo lo malo de nosotros, y sin embargo nos lo dio todo, sin dejarse nada: dio su vida. Por lo tanto, ese mandamiento bíblico tan sabio nos dice que amemos a todo el mundo incluyendo en nuestro amor su persona entera, no excluyendo las partes de él que están impregnadas de vicios, defectos, o que simplemente nos desagradan. Hay que querer a todos de forma total. Aunque no igual, claro está. No voy a querer igual a mi esposa, a mi amigo y al cliente que viene a mi carnicería. Pero sí puedo aceptar a todos tal y como son, sin dejarme arrastrar por prejuicios y por rechazos cuando descubra cosas que no me gustan en ellos (cuando descubra un defecto en mi esposa, cuando mi amigo me traicione, cuando el cliente me grite).

Una última cosa: la alternativa a querer a la gente como es es quererles como yo quiero que sean, y eso significa no quererles en absoluto. Cuando quiero a alguien idealizándolo, lo que amo en realidad es una idea mía, que no tiene en realidad nada que ver con la persona. Una vez más, la opción a hacer las cosas bien... es hacerlas de tal manera que no valgan la pena en absoluto.

http://corriendoadonde.blogspot.com.ar/2012/03/todo-el-mundo-necesita-tener-gente-su.html