La ceremonia del téEn Japón se distingue con claridad la persona que tiene té en su formación, de la que carece él. Una es amable, serena, apacible, hospitalaria, inofensiva, porque ha frecuentado el camino del té, el cha-do, que otorga la habilidad social de la ofrenda, del servicio, del trato bello y cortés. Los monjes del budismo Zen que llevaron el té a Japón establecieron los fundamentos espirituales de esta ceremonia basada en una búsqueda intuitiva de la esencia de la realidad, a través de la estética. Esta sabiduría se remonta al siglo XII, cuando los religiosos regresaban de estudiar la cultura china.
El gran maestro del té fue el monje Sen Rikyu (1522-1591). La popularidad de esta infusión es conocida en todo el mundo, pero en muy pocos lugares se cultivó el tradicional, excelso, sendero de armonía, respeto, pureza y paz compartida.
Cuando se habla de Wa, armonía, se relaciona con la interrelación personal y también con la naturaleza, con los utensilios del té y el modo en que son usados. Kei, respeto, implica a todas las cosas que existen y se originan en un sentimiento de gratitud por el mero hecho de existir. Sei significa pureza, tanto limpieza mundana como espiritual. Por último, el término djaku corresponde a tranquilidad, paz interior, ofrenda de serenidad.
La ceremonia utiliza polvo de té verde disuelto en agua con un batidor especial de bambú. El ambiente, los preparativos, la recepción, el compartir, está lleno de símbolos, un lenguaje tácito que debe interpretarse. Al ingresar es necesario lavarse las manos, y también los labios, que deben perder la capacidad de herir.
Han pasado 400 años desde que Sen Rikyu enseñó con su presencia en Kyoto, donde se encuentra hoy día la Escuela Urasenke del Té, cerca del Palacio Imperial. Se comenta que un gran maestro fue invitado a participar en una ceremonia de té que ofrecía un neófito. El guía espiritual concurrió acompañado de dos discípulos. El anfitrión, inexperto e inseguro, cometió numerosos errores: dejó caer agua fuera de los recipientes, olvidó utensilios, tropezó, tuvo premura... Al salir, los discípulos criticaron duramente al responsable de la ceremonia. Por el contrario, el gran maestro dijo:
—Fue la más importante de las ceremonias de té a la que he asistido.
—Maestro—respondieron sus alumnos—, si cometió diez errores...
—Es verdad, ¡pero qué corazón más puro tiene ese hombre...!—replicó el maestro.
En este ritual de cortesía y espiritualidad, lo menos importante es tomar té.
Fuente:
http://www.superacion-personal.net/pa68.html