El Libro de los Muertos es un conjunto de fórmulas mágicas e instrucciones escritas sobre papiro o sobre los vendajes de las momias con el objeto de permitir al difunto salvar los peligros que se le presentaban después de la muerte, instruyéndolo en las palabras que le permitían ingresar a los diversos estados del inframundo (Duat) hasta la sala del juicio de Osiris y de ahí al descanso eterno en el Campo de los Juncos (Campos de Aaru).
Le aseguraba, además, la protección de los dioses y proclamaba asimismo su identidad con muchos de ellos. Fueron colocados en las tumbas de los egipcios que podían permitirse tal lujo a partir del Imperio Nuevo. Anteriormente sólo lo utilizaban los faraones. Los más antiguos aparecen grabados en las pirámides faraónicas de Saqqarah. Estos textos grabados sobre las paredes de los pasos interiores y las paredes de la habitación funeraria, debían ayudar a los faraones a viajar al más allá, para asegurar así la regeneración y la vida eterna del rey.
Este nombre es el nombre moderno porque los egipcios le llamaban “Libro para salir a la luz”. Este libro misterioso es considerado como un documento iniciático. A veces se colocaba bajo la cabeza del difunto y narraba bajo una forma simbólica, el viaje de ultratumba del alma, según los sacerdotes de Ammón-Ra. Según la tradición egipcia el autor e inspirador de esos cantos mágicos fue Thot, conocido como Hermes Trismegisto el Tres veces Grande.
El “Libro de los Muertos” demuestra, sin duda alguna, que los egipcios creían en un “Juicio Final” y que, el futuro del alma de un hombre, en el otro mundo, dependía de la vida que había llevado sobre la tierra. El alma de los transgresores de la ley se aniquilaba y el alma de los justos entraba en la vida eterna.
Los Tasadores de Osiris, incorruptos, estrictamente justos e imparciales, pesaban el corazón de los hombres en la “Gran Balanza” de la verdad y la decisión final de Osiris concordaba con la opinión de Thot, personificación de la justicia eterna. El pesaje de los corazones era muy importante y siempre se incluía una viñeta de la escena del Juicio en los papiros donde estaba escrito el “Libro de los Muertos”.
El número total de los Capítulos hasta ahora conocidos es de ciento noventa y su extensión es muy desigual aunque no existe un solo papiro que los contenga a todos. El Libro consta de aproximadamente 200 capítulos o sortilegios aunque no hay dos papiros que contengan los mismos Capítulos, estos o se repiten en el mismo orden en más de un papiro, por lo tanto se puede pensar que cada persona escogía ella misma los Capítulos que deseaba. No hay dos papiros que lleven el mismo tratamiento en sus viñetas.
En este Libro también se narra cómo será la vida en el reino de Osiris. Allí los difuntos trabajaban en los Campos de las ofrendas y de los juncos. En estos textos se nos habla por primera vez del juicio de los muertos, medio de alcanzar una vida nueva. Los difuntos eran llevados delante de Osiris y su corazón era pesado sobre una balanza frente a una pluma que representaba a Maât, la diosa que gobernaba las leyes físicas, el orden del universo y la verdad.
Maât tenía una pluma de avestruz que ponía en uno de los platillos donde se pesaba el corazón del difunto, si éste era más ligero que la pluma se le concedería la vida eterna en los campos de Aaru. Si el corazón no estaba en equilibrio con Maat, lo esperaba la temible bestia Ammyt, la Devoradora, que fue representada con la parte posterior de hipopótamo, la parte anterior de león y con cabeza de cocodrilo, lista para engullirlo y mandar la vida de la persona en el más allá a un cercano y poco placentero final.
Según las creencias egipcias, un efecto de la muerte era la desintegración de los kheperu, o modos de existencia, por lo que los rituales funerarios servían para reintegrar estos diferentes aspectos del ser. La momificación preservaba y transformaba el cuerpo físico en un sah, una forma idealizada con aspectos divinos.
El Libro de los Muertos contiene sortilegios destinados a preservar el cuerpo del fallecido y muchos de ellos debían ser recitados durante el proceso de momificación. El corazón, considerado como aspecto del ser con inteligencia y memoria, también era protegido con sortilegios, y si se daba el caso de que el corazón físico hubiera resultado dañado, era común enterrar escarabeos enjoyados junto al cuerpo para servir como su remplazo.
El ka, la fuerza vital, permanecía en la tumba con el cuerpo muerto y requería el sustento de las ofrendas de comida, agua o incienso. En el caso de que los sacerdotes o los familiares no incluyeran estas ofrendas, el sortilegio 105 aseguraba la satisfacción del ka. El nombre del fallecido, que constituía su individualidad y era requerido para su existencia continua, era escrito en varios lugares a lo largo del libro y el sortilegio 25 se cercioraba de que el difunto recordaba su propio nombre.
El ba era la fuerza anímica del muerto y era éste, representado como un ave con cabeza humana, el que podía «salir al día» desde la tumba. Los sortilegios 61 y 89 actuaban para preservarlo. Finalmente, la sombra del difunto era salvaguardada por los sortilegios 91, 92 y 188. Si todos estos aspectos de la persona se podían preservar, saciar y recordar de distintas maneras, entonces el difunto podía vivir en la forma de un aj, un espíritu bendecido con poderes mágicos que podía morar entre los dioses.
Era el sacerdote quien recitaba las primeras fórmulas del Libro durante la ceremonia funeraria, cuando se trasladaba el sarcófago a la tumba. Una vez allí, se practicaban rituales para revitalizar los sentidos, entre los que se contaba el de la apertura de la boca, por el que se abrían mágicamente los ojos, las orejas, la nariz y la boca del difunto, quien, una vez recuperados los sentidos, emprendía su viaje por el Más Allá.
Si todos los obstáculos del Duat eran salvados, el fallecido era juzgado en el ritual del Pesado del Corazón, descrito en el famoso Sortilegio 125. El fallecido era guiado por el dios Anubis ante la presencia de Osiris, donde debía jurar que no había cometido ningún pecado de una lista de 42 mediante la recitación de un texto conocido como la «Confesión Negativa». Entonces el corazón del difunto era pesado en una balanza contra la pluma de la diosa Maât como ya hemos explicado.
Hasta la Dinastía XXVI este tipo de documento no se dotó de un orden establecido, sin embargo, a partir de entonces se establecieron algo así como “capítulos”.
- En el primer tramo de capítulos, se describía la muerte del fallecido y cómo volvía a la vida una vez que éste había entrado en el infierno.
- El segundo tramo de capítulos se explicaba del origen de los dioses, y de cómo el muerto debía revivir para volver a nacer como el sol lo hace cuando amanece.
- El tercer tramo era el más largo y que más capítulos componía, y es que llevaba todo el peso de “la historia” ya que es cuando el difunto viaja por los cielos y luego vuelve a descender al inframundo para presentarse a Osiris con éxito.
- El cuarto y último tramo de capítulos contiene todo lo que pasa tras pasar las pruebas de Osiris. Se habla de amuletos, comida, lugares, y lo más importante, cómo el fallecido ocupa su lugar entre los dioses.
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