Es la nueva forma de relacionarnos en esta segunda parte del viaje que hemos empezado. Es hacia donde todos los que eligen el perfecto bienestar vamos a llegar a través de una transformación de nuestras creencias pasadas sobre lo que eran las relaciones viejas. Es la forma de relación en la que la Esencia puede manifestarse fácil y completamente, y en la que recordamos Quienes Somos Uno.
En la primera parte del viaje nos perdimos en un tipo de relación que tenía como objetivo la supervivencia. El ataque y la defensa, producto de vernos y creernos separados, establecieron los significados que no tardaron en amarrar nudos energéticos. Estos fueron “madurando” y se volvieron sofisticados, y muy pronto fueron aceptados sin permitir más su cuestionamiento.
No hemos encontrado plenitud en ese tipo de relaciones, sin embargo se nos ha hecho difícil dejar de creer que puedan proveer bienestar. Es tanta la publicidad que se le ha hecho a la relación de supervivencia y tanto los años que hemos estado en ella que nos engaña y nos hace permanecer en su búsqueda. Solo dejando de perseguirla por completo, sabiendo que solo puede producir frustración y conflicto, se puede hacer espacio para una nueva forma de relacionarnos.
¡La segunda parte del viaje ya empezó! Con su inicio se desplomaron todos los potenciales viejos y se desataron las energías arraigadas que solo esperan que te des cuenta y que las liberes. La desesperanza y la costumbre que hicimos de pedir tan poco, de conformarnos con la miseria que nos ofrecían las viejas relaciones humanas, son el único obstáculo que no demorará en desvanecerse una vez te plantees tu nuevo objetivo en las relaciones: ser completamente libre, feliz, invulnerable a cualquier molestia, preocupación o control; armoniosamente disfrutar y recordar tu gloriosa Verdad a través de cada ser que ahora reconoces como Ti Mismo.
La relación soberana es libre: no pone ninguna regla ni ejerce ningún control porque ya no tiene temor. Ha liberado las viejas creencias que le hacían creer que era vulnerable. Se ha dado cuenta que la vulnerabilidad tan solo aplicaba a la identidad falsa que había creado de sí misma y ha recordado su eternidad, la incapacidad que tiene de sufrir y morir, y ha decidido entonces disfrutar.
La relación soberana no tiene expectativas. Disfruta de cada instante de perfección pues por fin lo puede ver. Antes creía que la perfección estaba lejos de él y que dependía de ciertas condiciones en él y en todos los demás. Ahora solo goza, descansa en la despreocupación y se abre ante él, en todo momento, el abrazo de sentirse siempre completamente en manos de su propia Esencia, perfectamente cuidado, o mejor todavía, en perfecta indefensión.
La relación soberana no tiene agenda. No requiere condiciones ni personas especiales para darse. No limita con quien se comparte. Ya no es una relación solo de dos. Puede ser solo de dos o de un número mayor porque ya no se limita ni por el número ni por el género. Ya no es algo exclusivo limitado por las creencias en el pecado o por las necesidades sexuales desviadas. La sexualidad también renace en ella. No tiene esas limitaciones porque su placer ya no proviene del cuerpo, proviene del Espíritu, que ahora usa el cuerpo para renacer en él.
La soberanía de la nueva relación no nos separa de los demás. Es soberana de la limitación en los demás y ahora solo puede ver la divinidad del Uno en Todo. Se deleita de los milagros del “nuevo amor”. Ya no el amor especial, el amor hasta que la “muerte” le separe, sino el amor que solo ve la eternidad y la pureza en cada ser. Recibe las bendiciones que viene de su nueva realidad: abundancia por doquier, rejuvenece y resplandece la belleza, una sensación cotidiana de bienestar y paz, y los regalos que el Uno le hace sin pedirle nada. Todo se hace fácil y divertido, lleno de agradecimiento y dicha por volver a Casa.
La relación soberana empieza y termina en Uno mismo. Es Aquí y Ahora, libre para siempre del pasado porque ha reconocido que no tiene pasado, y libre para siempre de planear o controlar la realidad porque ha aprendido que merecemos todo, que no tenemos que hacer nada para experimentar alegría y celebrar nuestra Perfección.
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