Mucha gente se siente estresada por las personas de su entorno, ya sean familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc. Cuando nos relacionamos con los demás es fácil ver sus carencias, sus defectos y aquellos aspectos que nos desagradan, provocando en nosotros la sensación de tener que “aguantar a los demás”. Esto puede llegar a ser una fuente de estrés, ansiedad e incluso, en aquellos casos en los que no nos encontramos a gusto con prácticamente nadie de nuestro entorno, llevarnos a la depresión.
Realmente es un desafío constante relacionarnos con personas que nos alteran con su forma de pensar, de actuar, o de decir las cosas. Podríamos hacer una lista muy extensa de aquellos aspectos que nos desagradan de los demás, de hecho, es normal que nos fijemos más en sus defectos que en sus virtudes. Básicamente estamos siendo bombardeados cada día con escenas de actitudes negativas que van calando poco a poco en nuestra mente, creando un efecto negativo en nuestras emociones y, por extensión, en el trato con los demás. Los medios de comunicación fomentan la critica a los demás mediante programas íntegramente dedicados a sacar lo peor de personajes famosos y anónimos. Parece como si nos atrajera más todo lo que pueda criticarse, que aquellos aspectos que se deben elogiar. Para colmo, en el trabajo, con nuestras amistades y con los vecinos, el tema de conversación muchas veces gira en torno a cosas desagradables que ha hecho o dicho tal o cual persona.
Sinceramente, si nos dejamos llevar por esta forma de ver la vida, no pasará mucho tiempo para que sólo veamos defectos en los demás, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva. En este artículo te voy a ayudar a que puedas librarte de este foco de ansiedad y estrés que, lo sepas o no, a todos nos afecta en diferente medida.
Cuando nos centramos en los defectos de los demás
Si te enseñara una hoja en blanco con un punto negro dibujado en el centro y te preguntase: ¿Qué ves aquí? Seguramente dirías: “un punto negro”. La respuesta es totalmente correcta y justa, pero el 99% de lo que te he mostrado es una hoja en blanco, y sólo el 1% es de color negro. ¿Por qué entonces te fijaste en ese 1%, ignorando el 99% restante? Simplemente porque tenemos la tendencia de fijarnos en aquello a lo que le damos más importancia, casi siempre lo que más resalta en vez de lo más abundante.
Se han realizado numerosos estudios sobre cómo funciona la atención de la mente. Para que te hagas una idea de este hecho: Cuando una persona camina por la calle, percibe diferentes realidades dependiendo de en qué esté centrada su mente. Una mujer verá más cochecitos de bebé dependiendo de si está embarazada o no, y un hombre verá más automóviles de una determinada marca y modelo si está interesado en comprar uno de dicha marca y modelo. Esto se debe a que nuestra mente funciona como un detector de intereses, haciendo extraordinariamente visible aquello que para nosotros es importante, y casi invisible aquello a lo que se le concede poca importancia.
Muchas veces nos sentimos abrumados por cómo es una persona en algún rasgo de su personalidad, y es ese rasgo al que le concedemos mayor importancia, difuminando todos aquellos rasgos positivos que están a la vista, pero que resultan invisibles para los que se fijan mayormente en los defectos.
Cuando no queremos ver nuestros propios defectos
A nadie le gusta tener defectos, de hecho, si eres un frecuente lector o lectora de mi web es debido a tus ganas de ser una persona más plena y apreciada por los demás. Pero cuando alguien nos dice que hemos hecho algo mal debemos elegir entre aceptarlo, negarlo o justificarlo con palabras como “es que yo soy así y no puedo cambiar”, “me viene de familia, lo tengo en los genes”, “he reaccionado así porque se me ha dicho de mala manera” o “estás exagerando”. Sin embargo, las personas que nos rodean tienen otra perspectiva de nuestra personalidad más amplia, al igual que lo tienen de nuestro físico. Cuando nos miramos al espejo siempre nos vemos de frente, vemos una realidad de nosotros, lo cual no quiere decir que no tengamos más realidades, como nuestro perfil físico, el cual es más familiar para los demás que para nosotros mismos. Cuando comenzó a extenderse el uso de las cámaras fotográficas se extendieron también muchos complejos físicos, pues las personas que habían sido fotografiadas desde diferentes ángulos vieron que las fotografías revelaban detalles de su físico que creían diferentes.
¿Acaso no podría pasarnos que cuando alguien se queja por cómo somos en cierto aspecto nos estuviera regalando una fotografía de cómo se nos ve desde otro ángulo, uno más amplio? ¿Qué haremos? ¿Diremos que está equivocada porque creemos que nuestra visión es la única, la absoluta y la valida? Estas personas, que no aceptan que alguien les diga que han cometido un error, están condenadas a vivir en la más absoluta soledad, pues nadie querrá compartir momentos de su vida con alguien que cree que no comete errores y, por lo tanto, no tiene nada por lo cual pedir perdón ni esforzarse por mejorar, pero que sin embargo es capaz de elaborar una larga lista de defectos que poseen los demás.
Invertir el orden para una vida equilibrada
Para evitar que el estar centrados en los defectos de los demás nos provoquen ansiedad y estrés, tenemos que dar un giro a nuestra forma de pensar. Esto se logra invirtiendo el orden de atención.
Céntrate en las virtudes de los demás y no en sus defectos
Las relaciones con los demás tienen que basarse en el ánimo, el estímulo, el crecimiento y los aspectos constructivos, aunque de vez en cuando haya que hablar de problemas, los cuales suelen ser simples malentendidos en muchos casos.
Cuando nos centramos en lo positivo, estamos creando un ambiente de relajación, seguridad, comprensión y felicidad, no solamente en las personas de nuestro alrededor, sino también en nosotros mismos. Muchos personas redescubren literalmente a otras que creían conocer durante años y, lo más importante, se redescubren a ellas mismas. De forma instantánea ven que tienen una facilidad y un potencial enormes para influir positivamente en la vida de los demás, haciéndose una pieza imprescindible para ellas.
Cuando haya una persona que no te cae bien, pero con la cual tengas que compartir una jornada laboral, o quizás te encuentres ante un familiar con el cual no congenies, o tu pareja ya no sea la persona que conociste, es momento de hacer un ejercicio que te ayudará a crear una sensación de serenidad, gratitud y confianza cuando estés con ella. El ejercicio es tan simple como efectivo:
Cuando estés a solas, en un ambiente relajado, coge una hoja de papel y escribe veinte cualidades sobre esa persona. No escribas menos de veinte. Las primeras diez te resultarán fácil escribirlas, pero las diez restantes exigirán que medites, que hagas memoria, que rebusques hasta encontrar aquellos aspectos positivos que habían pasado desapercibidos para tí. Muchas veces no nos fijamos en lo positivo porque estamos demasiado ocupados en lo negativo. Cuando acabes este ejercicio medita en cada una de aquellas cualidades y virtudes que tiene la otra persona. Habrá algunas que no tengas tú, o que estés luchando por conseguirlas. Te darás cuenta de que todos somos diferentes, y lo que tú tienes, les falta a otras personas, y lo que otras personas tienen te falta a ti. La próxima vez que te veas con aquella persona encómiala por sus cualidades y virtudes, te puedo asegurar que vuestra relación cambiará para mejor. Por último hay una recomendación que quiero darte: Nunca olvides seguir encomiando, no basta hacerlo tan sólo una vez. Haz la lista de cualidades de vez en cuando y notarás cómo la persona ha mejorado en varios aspectos, y otras cualidades que no poseía ahora las posee, encómiala por ello.
Presta atención a tus propias deficiencias, y trabájalas
Cuando nos estancamos en la vida, cuando todo nos resulta molesto, cuando se acumula una cantidad enorme de aspectos que no nos gustan de los demás y nos dejamos llevar por las emociones negativas y decimos frases como “No me gusta la forma en cómo actúa mi jefe”, “Mira lo que ha hecho el vecino”, “¿Te has enterado que tal persona ha dicho o hecho esto o lo otro?”, etc.
Ahora te pregunto yo
¿Te gusta cómo actúas tú en cada momento de tu vida?, ¿o hay aspectos de tu personalidad que te gustaría cambiar y no sabes como?
¿Crees que cometes errores pero no tienes tiempo o ganas de corregirlos?, ¿o miras “con lupa” todos tus actos, siendo crítico contigo mismo e intentas mejorar todo aquello que puedas?
¿Ignoras las consecuencias que tienen tus palabras y actos en la vida de los demás?, ¿o te preocupas por saber cómo sienta a las personas de tu alrededor lo que dices y haces?
Por eso, la próxima vez que pienses “no me gusta cómo actúa tal persona”, pregúntate: ¿están los demás contentos con mi forma de actuar? Y cuando pienses “¡Mira lo que ha hecho el vecino!”, pregúntate: ¿Hay algo que haya hecho yo que a mi vecino no le guste? Por supuesto, antes de abrir los labios para decir “¿te has enterado de lo que ha dicho o hecho tal persona?, pregúntate: ¿me entero de lo que hago yo, siendo consciente de mis actos?, ¿o hablo y actuó sin pensar?, porque puede que todos sepan cómo somos… menos nosotros mismos, creyéndonos mejores que los demás, pero en realidad haciendo lo mismo que todos.
Con estas palabras quiero que veas la importancia de no estar tan atentos a cada movimiento y palabra de los demás, que no tengamos el tiempo ni las energías para fijar nuestra atención en nosotros mismos, meditar en nuestros actos y en lo que decimos. Si todas las energías que dedicamos a criticar y pensar en aspectos negativos de los demás las dedicáramos a desarrollar nuestro potencial, seríamos personas más completas y no nos afectarían tanto los actos y palabras de los demás. Si estamos ocupados en nuestro desarrollo personal no tendremos tiempo para centrarnos en cada uno de los aspectos negativos de las personas de nuestro alrededor.
Tú decides cual va a ser tu realidad. Si quieres una vida positiva, céntrate en aspectos positivos de tu entorno.Si quieres una vida negativa y amarga, habla sobre aspectos negativos de los demás, critica lo que hacen y dicen, sé incapaz de ver sus cualidades, y tu día a día muy difícil de llevar. Podemos quejarnos durante años de la personalidad de los demás, pero llegará un día en que, después de haber tirado por la borda gran parte de nuestros años, comprobaremos asombrados que, al soplar levemente la fina capa de “polvo” que a todos nos cubre (los defectos), esta desaparece, dejando a la vista la belleza interior que todos poseemos.
http://www.autoayudaeficaz.com/2012/05/como-sobrellevar-los-defectos-de-los.html