Uno de los grandes privilegios inherentes al Ser Humano es Nuestro Libre Albedrío. Todos somos libres de tomar las decisiones y de actuar en cada momento como consideremos oportuno. Esta es una Creencia muy defendida cuando hablamos de nosotros mismos pero no tan aceptada cuando nos referimos al derecho de los demás.
No podemos pretender que los demás actúen como nosotros deseamos en cada momento.
Ni si quiera podemos impedir que no nos causen o traten de causarnos algún dolor. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es llevar a cabo alguna modificación en nuestra vida para controlar lo que nos afecten esas acciones externas.
En efecto, todos somos libres de pensar, hacer y sentir como queramos. Pero esta libertad no la tenemos sólo cada uno de nosotros sino que el resto de la personas también disfrutan de ella. Y es aquí donde viene el problema.
Esto quiere decir que, independientemente de nuestros deseos y necesidades, las personas actúan en su vida y esas acciones pueden afectarnos positiva o negativamente.
Si estas personas forman parte de nuestro entorno lejano, esta realidad no tiene mayor importancia, ponemos cierta distancia y ya no nos afecta.
Pero ¿Qué ocurre cuando quien nos está perjudicando es nuestra pareja? ¿Qué podemos hacer en este caso?
Muchas personas viven diariamente en una encrucijada. Quieren o creen querer mucho a su pareja pero sin embargo sufren porque ésta toma decisiones, dice o hace cosas que hace le hace sentir mal.
Ante esta situación, son muchas las preguntas que nos planteamos ¿Se lo decimos? ¿Le dejamos? ¿Me resigno? Y es que es difícil responder a estas preguntas y, más aún, tomar una decisión firme cuando interviene el órgano más sensible, el corazón.
Sabemos que tiene derecho a tomar sus propias decisiones y actuar conforme a ellas, pero preguntarás ¿hasta qué punto puedo esperar que las adapte a mis necesidades, deseos, situación,..? ¿Estoy en el derecho de esperar que me tenga en cuenta para tomar esas decisiones? ¿Por qué me afectan?… Y es que…
La libertad de uno termina donde empieza la del otro.
Por un lado le quieres, pero por otra parte sufres. Te debates entre el sí y el no y dando bandazos de aquí para discutiendo y reconciliándote, mientras tu relación se deteriora ante tus ojos. Pero realmente no quieres que así sea aunque no puedes evitar sentirte mal y eso te hace tratar de sentirte bien reclamando un comportamiento más adecuado a tus necesidades. Puedes pasarte así días, meses y quizás años y no eres capaz de salir de ahí puesto que cuando aguantas sufres y cuando protestas o miras por ti también porque quieres a tu pareja y porque incluso llegas a pensar que eres tú el/la culpable o porque estás exagerando.
Si esta situación se mantiene puede afectarte tanto que puede perjudicar el resto de las facetas de tu vida, tu salud, tu autoestima,… Y mientras ocurre todo esto, hay una voz que grita tanto de ti
“El amor no debe implicar sufrimiento”, al menos conscientemente.
Es aquí donde está la clave, al término “Consciente”.
¿Qué pensarías si te dijera que todo es relativo?
El que algo nos afecte no depende el hecho en sí, sino de cómo lo interpretemos nosotros. O mejor dicho, nuestro subconsciente.
No todos los acontecimientos afectan a todas las personas por igual, sino que lo que para unos puede supones un gran sufrimiento, para otros puede resultar totalmente inocuo e inofensivo.
Tal puede ser el caso de una persona que vive con angustia la ausencia de halagos de su pareja mientras otras no le dan la más mínima importancia.
Entonces,
¿Cuál es la causa que nos hace diferentes a la hora de sentirnos más o menos afectados por las situaciones que vivimos?
Muy sencillo,
El responsable de que vivas las distintas circunstancias con mayor o menor angustia es tu subconsciente.
En el subconsciente se encuentran todas las Creencias y Patrones de conducta originados como consecuencia de nuestras experiencias, especialmente las correspondientes a los 7 primeros años de vida.
La dificultad de este hecho reside en que el subconsciente tiene motivos la razón no entiende ni conoce. Están ocultos a nuestra conciencia.
Llegar a conocerlos es la única manera de poder modificarlos y hacer que nuestra vida no se vea afectada por situaciones que no podemos controlar, aunque no es sencillo, es posible.
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