Te sientes ofendido, porque interpretas todo lo que te dicen como un ataque personal hacia ti.
Si alguien te dice que está aburrido, ¿por qué piensas que eres tú quien le ha provocado el aburrimiento? Y sobre todo, ¿por qué crees que debes ser tú quien lo saque de ese estado?
Es más, incluso en el caso de que te critiquen por cierto comportamiento tuyo, ¿no ves que lo que la gente te dice, tiene más que ver con ellos que contigo?
Las personas hablan a los demás, de la misma manera como se hablan a ellas mismas.
Si te juzgan con severidad, ten por seguro que son unos jueces implacables consigo mismos.
En último término, nadie puede ofenderte, pero eres libre de sentir que has recibido una ofensa.
No cedas tu poder.
Recupera la certeza de tu invulnerabilidad.
Y camina por la vida con la cabeza alta y el pecho descubierto, sabiendo que los insultos que te lancen se transformarán en perfumadas rosas al llegar a tu corazón.
Quizá vayas por la vida a la defensiva, suponiendo que todo el mundo está en tu contra.
Pero tienes un hermoso don a tu disposición: la libertad de interpretar lo que te ocurre como te plazca.
Por ejemplo, cuando un vecino cambia de acera al verte de lejos, la respuesta más usual es juzgarlo como un desconsiderado o un engreído. Inmediatamente puede que pienses: "¿Pero qué se habrá creído ese idiota? ¿Es que no soy lo bastante digno para compartir la acera con él?" En ese instante, notarás que el buen ánimo que llevabas antes de verle, ha sido reemplazado por una desagradable sensación de resentimiento.
Pero, ¿qué ha provocado tu malestar?
Es probable que afirmes de manera categórica que ha sido SU reprobable conducta la que te ha hecho sentir así. Pero en realidad la causa del malestar fue el significado que TÚ le atribuiste a su conducta.
¿Cómo te habrías sentido si hubieras percibido su acción como un síntoma de su timidez? Quizá cambió de acera, porque se encontraba incómodo al cruzarse con un conocido y no saber qué hacer, y tenía miedo de mostrarse avergonzado.
Si lo hubieras visto de esa manera, no te habría provocado irritación, sino compasión. Y no lo habrías visto como un villano, sino como un hermano.
En resumidas cuentas, NADIE puede ofenderte, pero eres libre de sentirte ofendido siempre que quieras. La cuestión es: ¿Por qué pasarlo mal cuando es tan sencillo pasarlo bien?
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