Indudablemente la creencia en los ángeles proviene de los hebreos (antiguo pueblo semítico que conquistó y habitó Palestina), pues hace siglos se hablaba de un Malakh, Bene Elohm o Hijo de Dios, para definir a cualquier mensajero, humano o divino, que llegaba hasta nosotros para asegurarse de que estábamos cumpliendo las leyes. Ya entonces se mencionaban a Zacarías, Ezequiel y Daniel, todos con la facultad de volar y hablar cualquier idioma, así como de prevenir el futuro.
Ellos fueron quienes nos explicaron que fue un ángel quien expulsó a Adán y Eva cuando decidieron comer aquella manzana tan exquisita, y quien anunciaría la llegada del nuevo Mesías. Lo que parece cierto, aunque nadie lo puede confirmar ahora, es que los ángeles se van a encargar de anunciar el Juicio Final mediante el toque de las trompetas del Apocalipsis, de la destrucción del Universo con su inmenso poder y de llevar a los justos al cielo y a los malvados al infierno.
Esta labor tan inmensa no podría realizarse con un ejército reducido, pero según las Sagradas Escrituras el número de ángeles es muy elevado, pues nos habla de miríadas, es decir, infinitamente grande (Heb 12, 22), de millares y millares (Dan 7, 10; Ap 5, 11), y de legiones (número indeterminado de soldados) (Mt 26, 53).