Construyamos nuestra felicidad. Contribuyamos a que los demás sean felices. Encontremos el sentido de nuestra vida, más allá de lo temporal y contingente. Busquemos a Dios...
Si preguntamos a cualquier persona sobre su deseo de felicidad salvo problemas patológicos que afecten su razón, nos responderá seguramente que aspira a ser feliz en esta vida terrena. Aunque no sepa definir qué es la felicidad y cómo hallarla, parece que en el alma humana está impreso profundamente este anhelo.
La felicidad es además un tema estrictamente personal. La sociedad puede ayudar o no en alcanzar este objetivo, y en ciertas sociedades es más probable ser feliz que en otras, pero finalmente es feliz cada persona en sí misma, no cada sociedad en su conjunto.
¿Qué se entiende por felicidad? No hay respuestas fáciles... suele confundirse con la sensación de bienestar, placer, incluso con la alegría. Siendo el logro de la felicidad difícil de definir, y en esta vida incierto y nunca a plenitud, sin embargo el hombre no cesa de buscarla.
El Cardenal Paul Poupard, dirigió la publicación "Felicidad y Fe Cristiana" presentada por el Consejo Pontificio para el Diálogo con los no Creyentes (Editorial Herder, Barcelona 1992). Como parte de esta publicación se presentó el estudio realizado en Norteamérica que entrevistó a más de un centenar de personas que se descubrían felices, con la esperanza de encontrar un denominador común y una pista que los condujera a hallar dónde puede encontrarse esta condición.
Descubrieron que la felicidad no tenía que ver con el nivel de ingresos económicos ni tampoco con el grado de instrucción de las personas. Cubierto un umbral mínimo de pobreza, no "incrementa" la felicidad el hecho de pasar de ganar unos cuantos soles a millones de dólares mensuales. Así mismo, encontraron que una persona con educación formal completa y grados académicos avanzados tales como maestrías o doctorados, no es necesariamente más feliz que los demás.
Sorprendentemente, encontraron una relativa correlación entre la gente que se consideraba feliz y que vivia en ciudades pequeñas, pero sólo en un 70% de los entrevistados. Tratando de hallar una clave interpretativa, los investigadores se vieron obligados a acuñar una palabra para describir lo que habían encontrado entre la gente feliz. Todos ellos eran "buscadores de bien" (goodfinders), en el sentido de que tenían la capacidad de ver el bien en todo y en todos, y en consecuencia tenían una actitud muy generosa con respecto a los demás expresada en la capacidad de compartir su tiempo y su dinero, entre otras cosas. Julián Marías y Víctor Frankl, entre otros pensadores, encuentran también inseparable la felicidad con el hecho de haber encontrado el sentido de la vida, es decir el descubrimiento de una razón de ser y de vivir, de una misión que cumplir.
Este sentido de la vida suele estar asociado con una intensa vivencia religiosa que nutre constantemente la vida cotidiana, que va formando una actitud solidaria y fraterna con nuestro prójimo, y que impide la ligereza de espíritu. En este marco va creciendo la experiencia virtuosa de la vivencia de la amistad como un impulso fundamental en el que hacerse y ser amigos es un estado de enriquecimiento humano. Como señala Tullo Goffi, la amistad ofrece la posibilidad de encontrarse con el otro con la conciencia de ser acogido honradamente como se es, de ser apreciado a pesar de las propias asperezas, de saber que se encontrará siempre un rostro alegre, de sentirse partícipe de un coloquio empapado de mutua confianza, de saberse integrado en una responsabilidad compartida, de estar inserto en una gozosa creatividad, de verse favorecido por un continuo impulso hacia la promoción personal, de estar injertado en una existencia que se abre en incesantes y hermosas experiencias de amistad.
Y, por supuesto, la amistad conlleva responsabilidad. Responsable es aquel que debe "responder por", quien puede dar razón de algo, quien da cuenta de algo que le estaba encargado. Por ello, en los que somos educadores, así como en los padres, cuando descubrimos lo que vale una persona, en ese momento nos comprometemos. Nuestra vida no puede volver a ser la misma cuando entendemos lo que ello entraña.
Antoine de Saint-Exupéry decía que:
«Ser hombres es, precisamente, ser responsables. Es conocer la vergüenza frente a una miseria que no parece depender de uno. Es estar orgulloso de una victoria que los camaradas han obtenido. Es sentir, posando uno su piedra, que se contribuye a construir el mundo».
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