La vida y la muerte van juntas de la mano, una precede a la otra y viceversa. Por ello, es muy importante saber vivir, disfrutar al máximo de las oportunidades que la vida nos ofrece ya sea para aprender, divertirnos, avanzar y evolucionar.
La vida y la muerte, son dos aspectos que experimentamos en la tierra. Cuando morimos, el cuerpo físico queda abandonado o desaparece, siendo liberada el alma, que es eterna, y por lo tanto, vive siempre, transformándose cada vez que encarna.
La muerte es un paso, determinante, decisivo, al que a veces tememos, pero por el que debemos pasar todos. No recordamos, que la muerte es solamente una etapa del camino de evolución del alma, que al ser inmortal, decide cuándo regresar, al lado de quién, el porqué de las experiencias por las que va a pasar, junto a quién pasarlas, a quién amar, qué sufrimientos o padecimientos sentir o qué alegrías o éxitos disfrutar.
Al nacer, todo ello se borra, desaparece de nuestra mente, mientras que nuestra alma si lo recuerda y avanza para conseguir su propósito que no es otro que el de aprender y evolucionar. Por poner un ejemplo, se trataría de algo parecido a volver al colegio; comenzaríamos por primaria pasando por el resto de los cursos hasta llegar a la universidad, masters, doctorados, etc. Habrá quienes repitan curso, otros que vayan más rápido y hagan dos en uno o más, quiénes hagan más de una carrera. Del mismo modo, un alma puede estancarse, estabilizarse y/o evolucionar.
Somos nosotros mismos, como almas, quienes elegimos lo que nos conviene para avanzar, puede ser el vivir una muerte prematura, dulce en la ancianidad, el morir escalando una montaña o en un accidente, de una enfermedad, etc.
Además, cómo sabemos qué vamos a vivir y junto a quién, esto significa que nuestros actos llegarán a otras personas, influyendo en ellas; y ellas, lo harán en nosotros. Pondré un ejemplo, si yo, como alma, se que tengo que vivir la confianza en mi misma, buscaré a unos padres que me ayuden a trabajar este aspecto, ya sea desde lo positivo o negativo, a unos amigos que lo refuercen o unas situaciones que serán a veces delicadas o fáciles en función de si he aprendido o no, a confiar en mi.
Para ello, puedo experimentar situaciones críticas en las que sea la víctima de injusticias. Ello me lleva a tener que enfrentarme y a luchar por mi; y sólo podría hacerlo si creo y confío en mi. Mientras no lo haga, la vida irá poniéndome pruebas, cada vez serán más intensas hasta que las supere.
A la vez que vivo esta evolución o aprendizaje de alma, las personas que me ayudan en este proceso, desde las que ponen trabas y obstáculos a las que apoyan, también están aprendido de esta situación, cada una a su manera; puede ser desde un aprendizaje que conlleve la apertura de conciencia, el saber qué está bien o mal, qué puede hacer daño y aprender a darle la vuelta a la situación.
Parte del aprendizaje consiste en saber que podemos cambiar si lo deseamos y sentimos desde el corazón. Podemos hacerlo siempre y cuando haya un proceso interno profundo de cambio de conciencia, de apertura y reconocimiento de dónde hemos obrado incorrectamente y saber qué no debemos repetir actitudes negativas no sólo con nosotros, sino también con los demás.
La vida y la muerte, son etapas en el camino evolutivo y de crecimiento del alma. Según sea nuestro grado evolutivo seremos más conscientes de qué ocurre con nosotros. Cada uno avanzará según sea su nivel, ello no implica ser mejor que otro, pues todos tenemos nuestro ritmo y velocidad; y las pruebas que vivamos y experimentemos serán acordes a ellos. Abramos los ojos, estemos atentos y observemos qué pasa con nuestra vida; si somos felices, qué no nos gusta, qué podemos potenciar o vivir. Podemos elegir, cambiarlo, está en nuestras manos.
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