Cuando nos enfrentamos con las circunstancias de la vida, muchas veces sentimos que estamos a merced de acontecimientos que parecen escapar de nuestras posibilidades de decisión, de nuestra capacidad de enfrentar los acontecimientos. Es como si nos sintiéramos a la suerte de los hechos, que a veces nos favorecen, y otras, por el contrario, nos sentencian a situaciones desagradables.
En otras ocasiones, lo que sentimos tiene más bien que ver con una vida aparentemente predeterminada, que creemos está escrita para nosotros, con una historia que responde más bien a una serie de creencias religiosa que nos llevan a concluir que lo que nos ocurre está de alguna manera establecido trascendentalmente.
Otra visión, hoy en día muy difundida, tiene que ver con la posibilidad de construir nuestro futuro, a partir de las decisiones que vamos tomando ante las circunstancias de la vida, sintiéndonos arquitectos de nuestras vivencias, teniendo la posibilidad de crear, con nuestros pensamientos, los acontecimientos que van modelando nuestra experiencia de vivir.
La verdad es que, desde mi punto de vista, la vida es una mezcla hermosa de circunstancias que la vida nos presenta, y de decisiones que vamos tomando a partir de ellas; es decir, la vida nos muestra una serie de hechos que no dependen en muchas ocasiones de nosotros, hechos que pudiéramos considerar como positivos o negativos, y que van moldeando nuestra experiencia de aprendizaje y de crecimiento personal. A partir de estos hechos, tenemos la maravillosa posibilidad de decidir qué hacer, cómo enfrentarlos, cómo vivirlos, de qué manera conectarnos con ellos. En muchas ocasiones no podemos cambiar los hechos, pero sí podemos decidir de qué manera los vivimos.
En cuanto al destino, siempre he creído que es como un cuaderno en blanco, que podemos ir escribiendo en la medida que vamos viviendo, con la salvedad de que lo que vamos plasmando en él de alguna manera va moldeando lo que han de decir nuestras páginas futuras. En otras palabras, el destino tal y como yo lo veo, es una historia que vamos forjando desde nuestro presente, a partir de las decisiones que vamos tomando hoy; y por supuesto, nuestro presente de alguna manera es consecuencia de las decisiones que fuimos tomando en nuestro pasado.
Y justamente este planteamiento, que tiene que ver con que mis decisiones de hoy moldean, construyen, crean mi futuro es lo que me parece el centro de la reflexión del artículo de hoy: el compromiso conmigo, con mi conocimiento propio, con mi capacidad de ser asertivo emocional y racionalmente, es lo que puede brindarme la madurez para tomar decisiones apropiadas, que me permitan tener una vida sana, placentera, disfrutable.
Así las cosas, la suerte y el destino se pueden construir a través del conocimiento que me comprometo a desarrollar en mi proceso de crecimiento como ser humano, y que van permitiendo la emergencia de decisiones cada vez más asertivas con mis propias necesidades y deseos. Hoy soy lo que construí en mi pasado, pero tengo la posibilidad de ser en mi futuro lo que estoy forjando hoy.
Desde un presente que he construido a partir de un trabajo arduo de conocimiento propio, y con la tranquilidad de estar tomando las decisiones más apropiadas para mi vida, mi alma saluda a tu alma.
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