AUTOR: Msc. Rafael Bestard Bizet
Primero debes entender que desde la infancia hemos sido apartados del cuerpo, nos han alejado de él. Cuando naciste no tenías mente pero ya tenías un cuerpo, por eso el cuerpo es más sabio y más antiguo que la mente. El ser, la vida, está en las profundidades del cuerpo. Si consigues entrar a fondo en tu cuerpo, en todas esas profundidades encontrarás la vida.
Por eso los niños son más sabios que nosotros. Ellos escuchan todo el tiempo a su cuerpo y no a su mente. Ellos están más conectados al cuerpo que a la mente. Solo cuando tienen hambre comen, solo cuando tienen sueño, duermen. Desgraciadamente nuestra educación muchas veces aniquila esta sabiduría infantil. Se dice que a un niño le preguntaron qué cosa era para él un abrigo y respondió: “Esa es una cosa que mi mamá me pone cuando ella tiene frío”
El cuerpo es un milagro. Es extraordinariamente hermoso, extraordinariamente complejo, inconmensurablemente inteligente. Comes y el cuerpo transforma la comida en sangre, huesos, médula. Comes y el cuerpo transforma la comida en conciencia, pensamiento. Un milagro está sucediendo a cada momento sin que tú intervengas.
En los planos subatómico e inconsciente, nuestros cuerpos se curan y regeneran constantemente. Todo lo que se desgasta por el uso en el interior de nuestro cuerpo de lo cual no nos damos cuenta, se repara constantemente de modo natural. Los científicos han descubierto que todas las células se están renovando continuamente a diferentes velocidades, pero que en siete meses se han renovado todas por completo. Es decir, el cuerpo que tenemos ahora es muy diferente del que teníamos hace siete meses. Cada siete meses obtienes una reparación total. ¡Con qué coherencia funciona, con qué ritmo y armonía!
Por eso, como te comenté en el artículo anterior, el cuerpo es tu amigo, no es tu enemigo. Escucha su lenguaje, descodifícalo, y poco a poco, según penetres en el libro del cuerpo y pases sus páginas, llegarás a darte cuenta de todo el misterio de la vida.
A continuación te brindaré un ejercicio que podrás hacerlo cada vez que sientas algún dolor o alguna molestia y que te permitirá ir cada vez más adentro en el reencuentro con el Ser. Sin importar la posición en la que te encuentres, por favor, cierra los ojos y simplemente imagina y siente que estás muerto. Imagina que no puedes mover el cuerpo, no puedes mover los ojos, no puedes llorar, no puedes gritar, no puedes hacer nada. ¡Deja el cuerpo! No lo muevas, porque estás muerto. Y entonces siente qué se siente. Pero no hagas trampa. Puedes hacer trampa, puedes mover un poco el cuerpo. No te muevas. Si llega algún mosquito, o te molesta alguna hormiga, trata el cuerpo como si estuviera muerto. Olvídate del dolor o la molestia. Solamente continúa como muerto. Verás que el dolor y las molestias desaparecen porque has dejado al cuerpo hacer su trabajo. Que la paz sea contigo y que la pases bien.