El 21 de Julio de 1.877 cuatro hombres fueron ahorcados en la prisión de Carbon County por el asesinato de dos capataces de las minas de carbón de Pensilvania. En aquellos años las condiciones de trabajo de los mineros eran terribles, una larga y peligrosa jornada laboral era pagada habitualmente con cincuenta centavos, y los mineros, en su mayoría inmigrantes irlandeses, andaban frecuentemente a la greña con sus patronos.
Para luchar contra los dueños de las minas, se constituyó una sociedad secreta llamada “Mollie Maguires” que provocaron la primera huelga contra las compañias mineras de América. Pero su resistencia fue hasta los últimas consecuencias, provocando graves algaradas y matando a 150 personas.
Los cuatro hombres fueron acusados de pertenecer a esa banda y condenados a morir en la horca. Uno de ellos, llamado Alexander Campbell fue alojado en la celda 17 a la espera del día de su ejecución. LLegado el fatídico momento y cuando iba a ser trasladado ante el verdugo, Campbell tiznó su mano izquierda con el polvo del suelo y aplicó la palma en la pared enyesada de la celda. “Esta huella de mi mano permanecerá siempre aquí como prueba de mi inocencia”, gritó. Repitió una y otra vez las mismas palabras mientras era llevado a la fuerza ante la horca, donde, después de abrirse la trampilla, tardó catorce minutos en morir ahorcado.
Desde aquél momento y hasta el día de hoy, las sospechas de haber cometido una injusticia por la muerte de una persona inocente se vieron acrecentadas por esta leyenda que asegura que la huella de la mano de Campbell aún es visible en la actualidad en la celda 17. Incluso varios intentos de querer borrar aquella marca fueron infructuosos. En 1930, cuando Robert L. Bowman fue elegido sheriff del Carbon County, juró eliminar aquella huella, considerada como prueba de una terrible injusticia en la historia del condado. En diciembre de 1.931, un equipo de trabajadores entró en la celda y sustituyó la capa de yeso que contenía la huella por otra nueva. Al día siguiente la débil silueta de una mano se fue haciendo visible en el yeso todavía húmedo.
Dice la leyenda que aunque la celda permanece cerrada y solo se abre en contadas ocasiones, la huella de la mano izquierda de Alexander Campbell aún es visible en la pared de la oscura celda nº 17.