Mi mano es una mano siempre tendida, generosamente extendida, plagada de oportunidades… Y es una mano que nunca se retira, que espera paciente, que no se resigna…
En mi mano tendida se resume mi amor por la vida, mi pujante enamoramiento por todo lo que existe y es… y es mi entrega, mi semilla… Y con mi mano, siempre tendida, comparto mi alegría, mi esperanza, mi ser entero, mi sabiduría…
Pero mi mano, siempre tendida y desnuda, es una mano también frágil y vulnerable, que puede ser un codiciado trofeo para quien no entiende la vida. Mi mano tendida es una tentación para la herida, para la ofensa, para el egoísmo, para la vanidad, para la ingratitud… Por eso, mi mano es una mano plagada de rasguños y moratones, que no duelen porque siempre encuentra manos amigas en las que calmar su dolor.
Sin embargo, quien entiende mi mano tendida como una conquista sin contrapartidas, no se da cuenta de que nada conseguirá más allá de lo que ya tenía… Porque la verdadera conquista -la conquista que sublima el afecto y la amistad- es la que consigue cerrar esta mano tantas veces herida. Mano que no hieres, que avanzas generosa, que te entregas sin buscar lucro… ¡abraza mi mano que yo te la he de abrazar…!
¿Alguien reparó sobre el hecho de que, en las dos manos que se estrechan -la una sobre la otra- las dos son a la vez atrapadas y las dos simultáneamente atrapan...? ¿Alguien cayó en la cuenta de que esta es la esencia del amor: conquistar y ser conquistados, entregarse y acoger… arriesgarse a la herida y calmar el dolor…? Las lecciones más maravillosas de la vida las encontramos en los actos más cotidianos: sublime lección en un simple apretón de manos…
Mi mano es una mano siempre tendida, siempre en espera, siempre expuesta a la agresión… pero siempre confiada, siempre erguida… deseosa de amparar y de ser amparada, siempre motivo para la alegría… Mi mano tendida está repleta de amor y eternamente dispuesta al perdón… Pero mi mano tendida solo se cierra… únicamente se estrecha… ante otra mano amiga que me alcanza y se entrega…
Suri l’apprendista