No hay amor sin felicidad, ni felicidad sin amor. Si bien éstas son solo dos palabras, quizás son las palabras más importantes de nuestra existencia. Tantas cosas se escriben acerca del amor y la felicidad, que algunos hasta teorizamos nuestras ideas para tratar comprender el significado mas idóneo de estas dos palabras; pero lo cierto es que, al momento de sentir no hay reglas. No hay fórmulas para el amor o la felicidad, a veces estos sentimientos duran una fracción de segundo, pero pueden perdurar la vida entera.
No se puede amar sin ser feliz. La felicidad es una energía que te inunda, inunda el entorno de tu vida y te hace ser mejor cada día. Ser feliz es hacer lo mejor para nosotros y para los nuestros, y disfrutarlo. No se trata de un estado de ánimo, o de una actitud, la felicidad es una aptitud. No se tiene de “a momentos”, se tiene siempre, y se sostiene día a día al igual que el amor: mediante nuestras decisiones.
No se puede ser feliz sin amor. Las personas se afanan tanto por buscar en el amor una perfección abstracta, que se pierden de lo maravillosamente imperfecto que es lo real. El amor es el lazo que ata la felicidad a nuestra vida; no el amor propio, el amor de una pareja, filial o por las cosas, sino el amor en su conjunto, a eso me refiero con la aptitud. Puedes encontrar la felicidad en un amor, pero no puedes encontrar un amor sin felicidad. Siempre he dicho que al momento de amar lo único que importa es la felicidad. El amor fluye por su propio peso cuando lo que se siente es puro. De esto se trata la vida, de ser feliz. No hay que pensar ni teorizar las cosas, mucho menos comparar un sentimiento con otro. Esto se trata de sonreír cada mañana por el maravilloso don que tenemos: la vida.
Cada día, nace el amor en una sonrisa; y con ella, perdura la felicidad.