De repente, me encontraba despertando de un sueño muy profundo y vívido, tanto que parecía real. Entonces sentí la necesidad de abrir los ojos, pero algo pegajoso me lo impedía. Con algún que otro esfuerzo conseguí medio abrirlos, y poco a poco una brillante luminosidad comenzó a inundar los parpados, aquello me deslumbró un poco, sin embargo, aquella maravillosa luz recorrió todos los rincones de mi conciencia. No sabía el motivo, pero mis ganas por salir de la oscuridad hizo que los parpados de abrieran aún más y, poco a poco, la negrura fue disipándose de la retina. No obstante, mi cuerpo aún continuaba sujeto, como atado suavemente a algo que impedía liberarme.
No sabía quién era yo, ni que estaba haciendo allí, menos aún el sentido de mi existencia. Tampoco sabía o recordaba el motivo, mas solo deseaba librarme de las ataduras que, como nexo, se aferraban a las paredes de aquella especie de cascarón suave y esponjoso al mismo tiempo; una especie de pequeño habitáculo del cual yo parecía flotar en su interior.
Mi obsesión por salir de allí, por ir hacia la luz aumentaba considerablemente, y con insistencia moví los brazos hasta conseguir soltar uno de ellos. Aquello me causó una sensación increíble, inigualable, ya que al fin sentí que podía conseguirlo, que podía salir al exterior. Enseguida comencé a mover las piernas, pero advertí que estaban sujetas aún. Una posición fetal de todo mi cuerpo con mis extremidades inferiores igualmente sujetas a las paredes por aquellos pegajosos nexos, impedía estirarlas por completo. Por entonces, mi ansiedad desbordó como agua por una cascada; furiosa, tremenda y con deseos de libertad. Una mano liberó a la otra y ambas hicieron lo mismo con las piernas, pero…, algo no funcionaba del todo bien, aunque pude liberarlas por completo, no conseguí estirarme con totalidad, el habitáculo era demasiado pequeño. Pero algo me inquietaba, me desconcertaba, adentrándome en una meditación profunda, que después dio lugar a reflexiones sustanciales: —¿De verdad quería salir al exterior? ¡No sabía que me iba a encontrar allí fuera!, después de todo, tampoco se estaba del todo mal, pues aquella matriz parecía protegerme—. De repente, una sensación de temor hizo reconsiderar mis deseos de libertad. Entonces me retuve y volví a ponerme en posición fetal, pero ya nada era igual que antes, pues los nexos estaban destruidos y me sentía despegado, roto dentro de aquel capullo que me acogió hasta ese momento. Con desánimo miré alrededor, e intenté inútilmente atarme de nuevo.
Empecé a sentir frío, mucho frío, y desprotegido como un polluelo cuando pierde el rastro de su madre. Así que me acerqué a la pared que parecía desprender algo de calor del exterior. Aquella acogedora temperatura hizo de nuevo replantearme salir fuera, invadiéndome el deseo de explorar más allá de lo que conocía hasta ese momento.
Con una rodilla en el suelo, abrí los brazos tocando con ambas manos las elásticas paredes que me oprimían, después, intentando mantenerme en equilibrio, levanté hasta donde pude mi cuerpo, hasta que sentí la matriz pegada sobre la espalda. No sin esfuerzo conseguí estirarme por completo, y al fin la matriz reventó. De momento, la fuerte luz cegó mis sensibles ojos penetrando por todo mi cuerpo y secando su humedad, ofreciendo así el calor que comenzaba a necesitar.
La sensación no se puede describir con simples palabras, sin embargo, una inmensa alegría me contagió de repente. Gradualmente los ojos se acostumbraban a recibir la nueva luz. Mientras, atónito, observaba a muchos otros seres saliendo de aquella extraña envoltura, algunos, al igual que yo, ya se encontraban afuera algo desconcertados pero contentos al sentirse libres, y otros tantos, apenas comenzaban a desplegar sus majestuosas y blancas alas y volar libremente por el espacio.
Jorge Ramos
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