Vivimos en una sociedad a la que le conviene tenernos separados. Un encuentro cambia la vibración del planeta entero, ajusta, equilibra, abre puertas y dimensiones.
Vivimos para encontrarnos, estamos llenos de pretextos para hacerlo. Creemos que hacemos las cosas para un fin, cuando en realidad las hacemos para salir y encontrarnos a las personas que hacen falta en nuestra vida, las que llegarán a enseñarnos las lecciones que debemos aprender o las que se acercarán para que les mostremos algo que a ellos les hace falta. Nada es casualidad, todo gira dentro de un perfecto acomodo entre el espacio y tiempo, un plan que el bien llamado “destino” tiene para nosotros.
Pero, lamentablemente, estamos tan sumergidos en la velocidad de la vida cotidiana que dejamos pasar de largo a las personas que debíamos de encontrarnos. Tal vez hayamos tenido que transitar todo un camino rocoso y arduo para poder llegar a un solo fin. Una calle tranquila por donde pasará esa persona tan especial con la que tenemos que conectarnos.
Muchas veces nos pasa que sentimos el impulso, se activa el foquito de alarma pero frenamos todo pues nos entra el miedo, ya que el otro es un completo desconocido. Empezamos a pensar ¿qué tal si nos tacha de locos? ¿Qué tal si nos rechaza? Yo a eso lo llamo el sentido de separación.
Vivimos en una sociedad a la que le conviene tenernos separados, una sociedad que nos llena de barreras imaginarias y de emociones que sustentan la existencia de dichas barreras. Nos han metido el chip interno para que no nos acerquemos entre nosotros, para que no nos toquemos, para que no nos encontremos. Pues un encuentro es poderoso, un encuentro cambia la vibración del planeta entero. Un encuentro ajusta, equilibra, abre puertas y dimensiones. Por lo tanto se vuelve “peligroso“.
Les propongo que la próxima vez que salgan a la calle lo hagan con el corazón abierto y los ojos puestos en el quizá, en esa chispa de luz que sale cuando dos personas coinciden, de nuevo. Pues, si lo analizamos, todos son reencuentros. El tiempo no existe y no es lineal, con esto afirmamos que nuestra alma ya sabe quién es la otra persona y nuestro corazón ya le conoce, aunque la mente nos engañe y nos diga todo lo contrario.
Permitámonos encontrarnos, recordarnos, reconocernos. Dejar a un lado lo que no nos deja hacerlo. Hay tantas personas esperando, tantos seres queriendo que toquen su camino y nosotros ni siquiera nos atrevemos a mirarlas, a tocarlas, a descubrir quienes son y por qué cruzaron por nuestro camino.
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