Solo un maestro que tenga un profundo conocimiento de si mismo podrá inspirar a los estudiantes para lograr este mismo conocimiento sobre ellos.
¿De que me sirve tener una meta, si no sé quien soy? Cuando descubro quien soy, las metas y objetivos fluyen solos. Eso es lo que pasa con la educación que recibimos, incluso la de élite, la que se dice la mejor: se basa en que los estudiantes se pongan las metas de otros, metas que son hijas de lo que han absorbido, y no aquellas metas que surgen de lo que realmente son.
Somos sometidos a por lo menos 12 años de escolaridad en la mayoría de los países, tiempo suficiente para que el influjo de los maestros y el ambiente escolar deje una huella en la vida de todos nosotros. Si esto es así ¿porque entonces seguimos sin progresar?
Una posible respuesta es que la educación estandarizada está obsoleta. Se nos llena de conocimientos (inútiles muchos de ellos) y se nos priva de la verdadera meta de una “buena” educación: ser felices. La educación debería tener como objetivo guiar a las personas para que sean felices. Una forma de hacer esto es centrar el trabajo en un descubrimiento del ser. Lo que se hace actualmente es todo lo contrario.
Una persona que ha sido educada para reconocer su propio valor como ser humano, es decir, que ha recibido lo que podemos llamar “una educación para el ser”, siempre producirá un impacto positivo en la sociedad. Un ser humano integral no puede no ser un ente de cambio, al contrario, está en su esencia serlo Este tipo de estudiante elegirá conscientemente el camino que más lo acerque a trabajar en pro de los demás, y eso probablemente pase por adquirir las herramientas que ofrece la educación universitaria.
Aquí yace la principal diferencia con el sistema actual: la educación estandarizada “motiva” a los estudiantes a estudiar y perfeccionarse técnicamente pero no hay propósitos elevados que sustenten esa elección. La razón que se da para seguir esa vía es la de asegurarse la propia existencia, favoreciendo la competencia y otras actitudes que terminan por perpetuar el escenario social donde la desigualdad prima.
Solo un maestro que tenga un profundo conocimiento de si mismo podrá inspirar a los estudiantes para lograr este mismo conocimiento sobre ellos. Son los educadores los responsables de dar impulso a estas transformaciones.
El desafío es derribar las viejas estructuras y darle paso a una alternativa educativa más integral. El verdadero cambio, la verdadera transformación social, empieza en el interior de cada individuo.
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