Nos perdemos a nosotros mismos, desconectándonos del pulso universal y comenzamos a tratar de llenarnos con adquisiciones, con cosas, con sexo, con sustancias tóxicas.
El vacío sólo se llena con vacío. La nada sólo podrá hacerse nula con la nada misma. Hoy en día estamos tan perdidos, tan desubicados. Miles de personas caminan por las calles, solas, llenas de miedo. Temen amar, entregarse, sentir.
Estamos en la era de la comunicación, de las cosas rápidas, de las redes sociales. Esto, no se si lo notan, ha creado un abismo entre nosotros. Más que acercarnos nos ha separado, por completo.
Y de pronto, se alza este vacío, inevitable, astuto y hostil. Nos perdemos, entonces, a nosotros mismos, desconectándonos del pulso universal y comenzamos a tratar de llenarnos con adquisiciones, con cosas, con sexo, con sustancias tóxicas.
Las adicciones son, tan sólo, un reflejo del hueco de nuestro existir. Tratamos de nublarnos a través de ellas. Pero, lamentablemente, nuestros demonios van a donde vayamos. De ellos no podremos escapar nunca.
La propuesta sería, entonces, llenar el vacío con otro vacío. Y esto se logra sintiéndolo a fondo, habitando en él, sin que nos pese, sin que nos posea.
Cuando dejamos de sumarle importancia y nos entregamos a él, sin crear resistencia, el vacío mismo se llena de sí y comienza a nacer el todo. Y la consecuencia del todo es la inmensidad misma.
Y al ser inmensos, por ende, somos amor. Y si somos amor, dentro de este sentir, el vacío no tiene cabida. Por lo tanto, nos volvemos infinitos, llenos de algo que no tiene, ni tendrá, explicación.
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