A lo largo de la historia de la humanidad, sabios pertenecientes a diversas culturas surgidas en diferentes puntos del planeta consideraron la paz interior uno de los bienes capitales – probablemente, el más valioso – que debe procurarse el ser humano. La explicación de la preponderancia de este bien sobre el resto resultaba prácticamente obvia: sin tranquilidad de espíritu, el individuo se encontraba imposibilitado de disfrutar de cualquier otro bien, no importaba cuál fuera su naturaleza o magnitud.
En la actualidad las enseñanzas de aquellos sabios mantienen plenamente su vigencia y cobran una enorme importancia, debido al vertiginoso ritmo de la vida moderna y del nivel de ansiedad y estrés que ésta conlleva. El desequilibrio y el nerviosismo cotidianos se multiplican día a día y
amenazan con transformarse en una suerte de epidemia que, al expandirse, podría tener efectos devastadores, similares a los de una nueva guerra mundial.
Por este motivo y a fin de preservamos como individuos y como especie, debemos tomar conciencia de los riesgos que implica la pérdida de la paz interior y esforzarnos por preservar a toda costa este preciado bien.
Pero, ¿cómo saber si realmente gozamos de tranquilidad espiritual? ¿No es posible que vivamos engañando a los demás y a nosotros mismos, fingiendo un estado de equilibrio interior que en verdad no poseemos? Con el propósito de despejar dudas, los estudiosos afirman que existen 10 síntomas inequívocos presentes en todos aquellos seres que manifiestan una auténtica paz espiritual:
1 – Tus pensamientos y actos son espontáneos y no obedecen a temores heredados de experiencias anteriores.
2 – No acostumbras recriminar nada a quienes te rodean ni a ti mismo/a.
3 – El mundo no es entendido por ti como un foco de conflictos sino como el mero escenario del accionar humano.
4 – Ante un problema, no reaccionas preocupándote; buscas soluciones.
5 – Posees una enorme capacidad de disfrutar de cada instante.
6- Agradeces permanentemente a cuantos te brindan su ayuda.
7 – Tienes la certeza de vivir en plena conexión con tus semejantes y con la naturaleza.
8 -Sonríes frecuentemente, expresando la alegría y la seguridad que tu postura ante la vida te proporciona.
9 -Optas por dejar que las cosas simplemente sucedan en vez de forzar la realidad.
10 – Permaneces abierta/o al afecto emanado de tu entorno y sientes una imperiosa necesidad de extender tu mano al prójimo.