No todo amor comienza por el enamoramiento, ni todo enamoramiento deriva en amor. La literatura, el cine y la publicidad nos han hecho pensar que el enamoramiento es un estado que debe permanecer y no un proceso orgánico que exige desarrollo. El enamoramiento es un producto de consumo, es una mentira global económicamente rentable.
Todos sabemos que, en la realidad, la historia empieza donde terminan los cuentos de hadas. Sin embargo, nuestra cultura insiste en mantener y promover este espacio alterado de conciencia y de locura transitoria como si fuera ése el verdadero amor.
Los deseos son las manos del enamoramiento, mantiene las máscaras en su lugar para que ni el uno ni el otro se desilusione; gracias al deseo, necesitamos al otro para uno mismo y compensamos con él las carencias afectivas. Es un estado pre psicótico con la sublime expansión del yo; uno, entonces, se enamora de sí mismo, de lo que quiere oír, dejando un reguero de pistas para que el otro lea y adivine. El enamoramiento –o amor romántico– es un hechizo mezclado de hormonas masculinas y femeninas que producen un trance hipnótico en el que los enamorados caen enceguecidos y distorsionan completamente la imagen del otro a cambio de la imagen ideal que tienen en la cabeza. Es una anestesia a la crítica y a la capacidad de discernimiento, es una mezcla de manía, demencia y obsesión que aísla a la gente de su familia y de sus amigos; es un estado “de ilusión”, por así llamarlo, en el que solamente percibimos aquello que nos gusta y nos identifica con el otro. Lo idealizamos todo y vemos la vida de una manera casi perfecta. Enajenados y narcisos, damos serenatas, hablamos por teléfono largas horas y estamos dispuestos a perdonar y a darlo todo, en una borrachera de pasión, mezcla de testosterona, dopamina y serotonina que dura entre 18 y 30 meses según los científicos, pero que deja unas resacas a veces de toda la vida. Bien lo decía Ortega y Gasset: El enamoramiento es un estado de “imbecilidad transitoria”.
La lucha por el amor
Cuando caen los anteojos rosas, percibimos la realidad, el enamoramiento termina y comenzamos a ver al otro como es. Sus defectos se hacen más notorios y molestos y, así, comienzan las críticas y las actitudes negativas. El viaje ha terminado y el otro es iluminado por la verdad de la mañana, sin maquillaje y sin fuegos artificiales, es quien en realidad es. Aparece la desilusión y llega la crisis, la urgencia de recogerse, de volver a ser uno más allá del otro. Nos desintoxicamos, sufrimos el síndrome de abstinencia y luego decidimos si continuamos la relación o si seguimos buscando.
Elegir es construir y abrazar al otro con todo y su sombra yendo, más allá de la pasión, hacia el amor maduro, el amor de la aceptación. Durante el proceso, cuando uno elige y dice “me quedo”, cuando uno sabe que hay millones de personas allá afuera, pero una sola para construir; cuando damos el paso y vivimos con valentía, damos comienzo al amor trabajo, al amor que invita a curar nuestras heridas infantiles, al amor que va más allá de nuestro dolor.
Es ahora cuando relevamos las endomorfinas, que actúan de manera similar a la morfina, y nos vinculamos a la persona elegida desde un apego sano, sintiendo junto a esa persona paz, tranquilidad, seguridad. El deseo infantil, egoísta, inmediatista, evoluciona en la persona psicológicamente, convirtiendo la posesión en aspiración, la sexualidad en totalidad, la conciencia en la trascendencia que nos permite conquistar, poseer y cumplir nuestros sueños en compañía.
El amor se revela como una fuerza divina, consciente, que nos conduce hacia la realización de todo nuestro potencial. Es por ello que todo amor verdadero por una persona implica, como ha enseñado Erich Fromm, preocuparse, responder, respetar y conocer a esa persona. Es el evento de despertar a la belleza del ser amado y sentirse integralmente atraído e inspirado por él, hasta lograr que ese amor sea la apertura a un mundo de éxtasis y el comienzo de una transformación personal que florezca en evolución del ser y en cosecha inspiradora.
Jorge Llano
Cromos.com.co