EL FLUIR DE LA VIDA
Todos nosotros hemos sido educados para buscar la “seguridad”; en la pareja, en el trabajo, con los hijos…, ¡seguridad ante todo! ¿Te has parado a pensar cuántos cambios se han producido en tu vida?, seguro que muchos.
La vida es un constante fluir de experiencias, emociones y necesidades a las que inevitablemente tenemos que ir adaptándonos.
El cambio de colegio, la separación de unos padres, el nuevo puesto de trabajo, ser madre, la muerte de un ser querido, un nuevo domicilio, afrontar una grave enfermedad…, tantos y tantos cambios que se suceden en nuestras vidas y forman parte de nuestra evolución.
Sin embargo no nos han preparado para los cambios, ni nos han enseñado a procesar las pérdidas. Paradójicamente nos educan para la búsqueda constante de la “estabilidad”. Aspiramos a tener “garantías” de que todo permanecerá igual, que será estable y seguro. Esto es tan absurdo como pedir que siempre sea de día!.
¿Cuántas veces has oído comentarios como éstos?: “lo mejor es que te asegures un buen porvenir y que tengas un buen sueldo” o, “¡cómo se te ocurre ahora cambiar de trabajo si ya estás fijo!” o, “tú, lo que tienes que hacer es buscarte un buen marido, casarte y tener tu vida organizada” o, “ si no estudias nunca serás nadie en la vida”…
Consejos para conseguir una aparente seguridad y estabilidad en nuestras vidas. Y claro, ¡tenemos miedo a los cambios!. Pretendemos dirigir cada uno de nuestros movimientos y protegernos de desagradables “imprevistos”. No nos damos cuenta que el cambio es inevitable. Derrochamos parte de nuestra energía empeñados en controlar lo incontrolable, nadando a contra corriente.
Con todo este bagaje educativo es lógico que huyamos de los cambios, los vivamos de forma negativa e incluso, destructiva. Pero merece la pena pararnos y reflexionar sobre este asunto.
Sabemos que las pérdidas son inevitables-es importante asumir que existen-pero, podemos aprender a procesar el dolor y sufrimiento que conllevan.
¡Porque fluir con la vida significa aceptación!; dejar llegar lo que viene y dejar ir lo que se va…
EL LLANTO
María llora desconsolada porque su mejor amiga se marcha a vivir a otra ciudad. “Siento que una parte de mí se va con ella, han sido tantos momentos juntas, tantas experiencias, tantos recuerdos se agolpan en mi mente… Sé que nos vamos a ver y que siempre estará ahí, pero ya no será igual…”
María se está enfrentando a una despedida. Pierde un apoyo fundamental en su vida, sabe que a partir de ahora ya nada será igual. Siente una profunda tristeza unida a la impotencia de no poder hacer nada por cambiar la situación.
¿Quién no ha sentido alguna vez este tipo de pérdidas?.
Quizás la relación con tu mejor amiga cambie pero no los sentimientos, sólo las actitudes de ambas y el tiempo definirán el curso de esta amistad. A veces con la distancia se favorecen las rupturas porque, en el transcurso de la vida; unas personas llegan y otras se van…
El llanto es una manera de canalizar nuestra rabia y dolor ante una pérdida. Es sano sentirse triste cuando tenemos motivos para ello; sentimos la ausencia de un ser querido, perdemos nuestro trabajo, nos planteamos un cambio de pareja o, estamos confundidos…
El llanto alivia, te permite descargar inseguridades, frustraciones y miedos.
LA NEGACION
Cuando perdemos a alguien, no podemos soportar el dolor que inunda de repente nuestras vidas. Así que, durante un tiempo lo negamos.
Para asimilar esta nueva situación tenemos que enfrentamos a nuestras inseguridades y no queremos, ni podemos ver la realidad; sentimos miedo.
Cuando pierdes a un ser querido experimentas muchos sentimientos, algunos nuevos y otros más intensos que nunca.
La persona viuda sigue sintiéndose unida a su pareja pero sabe que se marcha a dormir sola por la noche.
El divorciado experimenta tanto la alegría de su nueva libertad, como la tristeza de estar solo.
El hombre que acaba de perder su trabajo imagina un universo de posibilidades pero al mismo tiempo siente que su mundo se está derrumbando.
Nos enfrentamos a la tarea de sentir dolor y felicidad, lágrimas y risas. Los sentimientos “locos” y contradictorios son reflejo del duelo que estamos pasando.
Si aceptamos nuestros sentimientos en los momentos de cambio, todo será mucho más llevadero.
EL DOLOR
El dolor es una emoción que surge como reflejo de una gran tristeza. La persona siente que pierde algo o a alguien que ha sido un referente en su vida y algo interno se “rompe”.
La salida al dolor
Cuando se produce un acontecimiento doloroso: la muerte de un ser querido, catástrofes, accidentes, situaciones traumáticas, la noticia de una enfermedad grave o incurable, la infidelidad de tu pareja, la traición de una amistad, los conflictos familiares violentos, la agresividad de un hermano, marginación, la falta de apoyo al hijo, etc… De repente la persona sufre un estado de “shock emocional” y tiene que responder a un cúmulo de sensaciones y emociones inesperadas.
Sin embargo, no son necesarias grandes catástrofes para sentir un tremendo dolor emocional. En ocasiones las situaciones cotidianas mantenidas en el tiempo, resultan igualmente dolorosas y difíciles de soportar. Los malos tratos, las constantes discusiones familiares, la falta de tiempo con los hijos, el desarraigo o la mala comunicación con un padre o hermanos, son suficientes para producir un profundo dolor.
Cada persona tiene un umbral; un límite de dolor. Cuando el dolor es prolongado se produce un proceso de adaptación a la situación desagradable. Es decir la persona desarrolla mecanismos de defensa que le ayudan a soportar mejor las circunstancias o, a huir de ellas.
Son muchas las “válvulas de escape” que una persona puede elegir para aliviar su dolor . El abuso de drogas, los problemas alimenticios, ciertas enfermedades, los malos tratos, echar la culpa, la adicción al trabajo, la tristeza, la depresión, el aislamiento, la rabia, la violencia, la ansiedad, etc.
El proceso “latente”
El hecho de estar sometido a situaciones tensas de forma continuada, crea la idea a quien las sufre de: “no soy capaz”, “no soy lo suficientemente bueno porque mis padres discuten”, “no merezco amor porque soy mala persona“, “sé que siempre voy a tener problemas”, “las cosas nunca me irán bien”, etc.
Estos mensajes se instalan en lo más profundo de nuestra mente causando un gran sufrimiento. La mayoría de las veces no aparecen con estas palabras, no son tan evidentes. Sin embargo inconscientemente, nos encargamos de castigarnos atrayendo situaciones complejas que nos confirman realmente lo que pensamos de nosotros mismos: que no somos lo suficientemente válidos ¡y la vida nos lo demuestra!.
Ser consciente de este proceso es vital en nuestra evolución. Es el primer paso hacia un cambio necesario e importante para una mayor calidad de vida.
Si sientes que atraes situaciones difíciles y que sólo te ocurren “calamidades”; ¡párate y reflexiona sobre esto! Si no puedes remediarlo ni controlarlo, acude en busca de la ayuda de un profesional que pueda orientarte y guiar hacia un estilo de vida más constructivo y positivo para tí.
CÓMO SUPERAR UNA CRISIS
O bien conseguimos cambiar las circunstancias o cambiamos nuestras actitudes.
Las personas que afrontan con menos eficacia los cambios, suelen querer solucionar el problema de forma inmediata pero, con un alto coste emocional y físico. También huyen hacia un modo de pensar que les hace sentirse mejor pero que no sirve para cambiar la fuente de su malestar.
Normas básicas para sobrevivir a una crisis:
• Deja fluir tus sentimientos
En cada etapa de nuestra vida nos enfrentamos a pérdidas de diferentes formas e intensidad. Y cada pérdida hace aflorar nuevos sentimientos.
Recuerda: el llanto es una respuesta sana en las primeros momentos de dolor .¡No lo reprimas!.
Sufrir no es lo deseable pero forma parte del proceso cuando estamos atravesando una crisis. No tengas miedo y acepta tus sentimientos.
• Busca el apoyo de tus seres queridos
Habla de tus sentimientos, los que te quieren están para ayudarte en este difícil momento de tu vida.
El apoyo y comprensión de los demás te será muy útil, podrás tener una perspectiva más amplia de lo sucedido en tu vida.
No te niegues esa posibilidad, llama a un amigo o familiar y ¡expresa lo que necesitas! .Te sentirás mucho más reconfortado.
Cuando las circunstancias te sobrepasen…, busca la ayuda de un psicólogo que te permita encontrar una salida y afrontar esta nueva etapa de tu vida , aceptando el vacío de la pérdida.
Y recuerda!; toda crisis indica una evolución y mayor conocimiento de nosotros mismos.
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