¿Quién no ha conocido a una persona modesta en extremo? Si, hasta esos extremos que nos hacen preguntar si la modestia será real y que incluso nos resulta molesta. Obviamente, la modestia no es un delito grave y mucho menos una psicopatología pero existen límites que, al sobrepasarlos, se podrían convertir en un obstáculo para nosotros mismos.
Heidi Grant, una psicóloga que se ha dedicado a estudiar la modestia en todos sus aspectos, apunta que esta característica es típica de las mujeres brillantes, mucho más que de los hombres y que en ocasiones el exceso de modestia se convierte en un autosabotaje ya que la persona desarrolla una serie de creencias erróneas sobre sus propias capacidades que les impide seguir adelante. Como resultado, estas personas suelen perder la confianza en sí mismos.
Curiosamente, la modestia podría comenzar como un mecanismo de defensa. Es decir, en muchas ocasiones estas personas eran halagadas con frecuencia por los logros que adquirían en su infancia. De esta forma, cada vez se sintieron más presionadas a traspasar sus propios límites para demostrar sus capacidades. En algún momento, esta tensión se transformó en modestia, una forma para decirle a los demás y a sí mismo que disminuyan sus expectativas. Obviamente, esta idea no es más que una teoría pero tendría mucho sentido.
En condiciones normales, la modestia es una táctica para manejar las impresiones y expectativas que los demás se forman de nosotros. De esta forma, reducimos el riesgo social que implicaría que los otros se sientan inferiores. La modestia en sí no implica una falta de confianza o de autoestima y, de hecho, en las culturas asiáticas es considerada como una virtud.
No obstante, en la cultura occidental donde el individualismo hace hincapié en la necesidad de presentarse a sí mismo como una persona única e independiente, la modestia no es tan bien vista. Tanto es así que entre los extraños es conveniente hacer gala de algunas de nuestras cualidades más positivas (basta pensar en el curriculum de trabajo que solemos confeccionar).
Obviamente, en otras ocasiones la modestia refleja una baja autoestima y en estos casos es particularmente dañina porque puede llegar a reducir al máximo la personalidad. Son las personas que no se tribuyen ningún éxito o capacidad de forma que sus propias características se van desdibujando, tanto para sí misma como ante los otros.
Pero independientemente de su origen, la modestia siempre tiene un costo social. Y es que a veces la modestia es percibida como un comportamiento sensible y de buen gusto pero en otros momentos se percibe como una pérdida de la competencia. Por ende, si deseamos desenvolvernos en esta cultura occidental, es oportuno saber cuando mostrar nuestra faceta modesta y cuando hacer gala de nuestras habilidades y logros. Después de todo, un justo equilibrio nunca viene mal.
http://www.rinconpsicologia.com/2012/05/la-modestia-extrema-que-se-esconde.html