La queja cierra mentes y oídos, condenando a quien la realiza de forma rutinaria, a un tiempo improductivo y un derroche de energías. Aquí comentamos acerca de lo que se hace con la queja, no es una critica sobre la queja.
Resulta que cuando una persona se queja, de forma habitual, y alguien le presta atención y le escucha, entonces la queja deja de ser una consecuencia natural, una mera reacción verbal o emocional, producto de un mal momento, y pasa a tener una función social.
Normalmente quien se queja, atribuye el origen de todo a un agente externo, pero sin poder, ni querer verse como parte del problema, para tomar la responsabilidad que corresponda y también ser parte de la solución.
Conviene preguntar a la persona que se queja: ¿Cómo piensas que contribuyes a la situación que estás contando y que te hace sentir tan mal?.
El que se queja, de alguna manera, está cómodo en su incomodidad, e instalado en la queja. En principio, no acostumbra estar demasiado convencido de dejarla, pues ha establecido con ella una asociación resistente, en el tiempo, e ignorante de las consecuencias de esa actitud en la vida.
La queja no es funcional y si se da, ha de ir acompañada de una acción para que deje de existir como tal. Quejarse es un escape emocional inevitable, lo malo es cuando se usa para desconectar el intento de superación, de ser parte de la solución o de tomar las decisiones necesarias.
Las personas que se instalan en la queja, como forma de ver las cosas, crean una atmósfera negativa que perjudica a los que están a su lado, aunque se suelen sentir cómodas con gente que también se queja.
La queja, como tema de conversación, es un pozo sin fondo, pues quien se queja pide atención y solicita que se le de la razón, y quienes le escuchan las lamentaciones se suelen prestar inconscientemente al juego.
Quejarse no es especialmente negativo si no se usa como una excusa para abandonar los objetivos deseados. El verdadero problema se crea cuando la queja se ha convertido en un estilo de vida y de relación, y es en este caso, cuando las personas con quien se relaciona el que se queja, esperan esa actitud por su parte, sintiéndose este, cómodo con el papel de experto en “qué no hacer” y “qué no funciona”.
Cuando la queja se convierte en una práctica diaria, va quebrando, de manera silenciosa, los lazos sociales que podrían servir de red humana y ser útiles para acciones efectivas, pues la queja aleja y no seduce, aunque el que se queja busca sumar testigos a su causa.
La queja por la queja es simple reacción, activando el sentimiento de enfado por el que se trata de buscarse culpa en otros o en las circunstancias. Cuando se afronta la situación se mira hacia el interior y se toma responsabilidad de las acciones y sentimientos, emprendiéndose así el camino a la solución.
Para remediar esa situación de queja se ha de quitar todo viso de dramatismo y seriedad a ese tema, se ha de reflexionar y preguntarse ¿qué resultados se obtienen, en las relaciones con la gente con quien se habla, sintiéndose víctima y quejándose?.
Se ha de intentar racionalizar, para tratar de encontrarle sentido a los problemas o aceptar que las cosas no siempre salen tal como se prevén, por lo que se ha de buscar solución, aprender del proceso por el que se ha pasado y continuar con el plan establecido, dando el próximo paso previsto, y no quedarse gastando las energías en la queja.
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Si tu mal tiene remedio ¿por qué te quejas?. Si no lo tiene ¿por qué te quejas?
Proverbio oriental.
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El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.
William George Ward
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Nadie se queja de tener lo que no se merece.
(Jane Austen)
Dver.
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