En un estudio realizado por Wendy Wood, se observó que el 45% del comportamiento diario de las personas, en cuanto a las decisiones que se toman, son en realidad hábitos.
Los hábitos se generan cuando aparece una señal que conduce a una recompensa, en función de la cual el cerebro toma la decisión, de si vale la pena, recordar en el futuro esa particular asociación.
En el afán del cerebro por economizar energía, este tiene la tendencia natural de convertir casi cualquier situación ya vivida en una rutina, apareciendo el hábito.
Los hábitos se definen como las intersecciones del conocimiento, la habilidad y el deseo (Covey). Conocimiento es entender qué hacer y porqué hacerlo; habilidad es saber cómo hacerlo, mientras que el deseo es la motivación o el querer hacerlo.
Mientras que la motivación nos impulsa a comenzar, el hábito nos permite continuar.
En algún momento se toma una decisión, aunque después se deja de tomarla y se continúa actuando como si tal, estando en la rutina.
Los hábitos no solo son cosas de las personas, sino también de las organizaciones, realizándose allí de una manera similar a la forma en que un individuo tiene sus hábitos.
Los hábitos llegan a ser tan poderosos que hacen que el cerebro se aferre a ellos y excluya otras alternativas, posiblemente mejores, incluido el sentido común. Teniendo esto en cuenta podemos entender, que tanta gente tropiece una y otra vez en la misma piedra.
Para cambiar un hábito parece ser necesario recibir una información que nos produzca un fuerte impacto, por ejemplo cuando una persona que tiene el hábito de fumar, acude al médico y este le comunica que el seguir fumando hace que tenga cercana la muerte, siendo la opción de prorrogar de la vida, el dejar de fumar, normalmente la persona deja de fumar.
Para abandonar un hábito la persona ha de sentir una necesidad imperiosa, es decir, ha de entender que el cambio que va a tener le proporcionara un beneficio superior al placer que está teniendo con dicho hábito, y recordar que las cosas pequeñas, concretas, alcanzables y realizables a corto plazo, posibilitan grandes cambios en el futuro.
Cuando una persona toma consciencia de que una rutina colisiona con sus valores, es cuando encuentra las fuerzas necesarias para posicionarse contra él.
Los hábitos pueden cambiarse, pues son pautas o patrones a veces conscientes y en otras ocasiones inconscientes, aunque posibles de cambiar, y tal vez la dificultad mayor es el arranque del cambio.
Para cambiar un hábito primero se necesita definir lo que llevó al mismo, entendiendo su mecanismo de funcionamiento, así como la recompensa que se obtendrá por cambiarlo.
Cuando se trata de cambiar un hábito se suelen encontrar excusas en: un momento en el tiempo, un lugar, cierto estado emocional, la presencia de una persona o una acción precedente.
Cuando se ha decidido cambiar un hábito, se ha de tener en cuenta contrarrestar lo que puede suponer dejar de frecuentar ciertos lugares, asociados al hábito que gustan, el tener que apartarse de algunos amigos, con los que se siente bien y el cambiar una forma cotidiana de funcionar, la cual ha proporcionado cierto placer.
En el camino del abandono de hábitos se suelen dar recaídas, sintiéndose culpable por ello, aunque se ha de tomar la responsabilidad adecuada, es conveniente saberse levantar y continuar hacia lo que se desea.
Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia entonces, no es un acto, sino un hábito.
Arístoteles.
Es más fácil abandonar un mal hábito hoy que mañana.
Proverbio Yiddish.
Siembra un pensamiento, cosecha una acción.
Siembra una acción, cosecha un hábito.
Siembra un hábito, cosecha un carácter.
Siembra un carácter, cosecha un destino.
(Samuel Smiles).
Dver.
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