Como seres humanos tenemos múltiples facetas y capacidades. Con todo, no utilizamos ni desarrollamos todas ellas. Lo habitual es que las personas progresemos más en unas que en otras, en función de nuestras experiencias vitales, relaciones, circunstancias y situaciones que vamos afrontando. Así, nos encontramos con quienes son muy hábiles en cuestiones interpersonales, quienes tienen un sentido natural hacia lo bello y estético, quienes lo son en lo relacionado con las materias intelectuales, quienes son diestros en la comunicación, quienes se manejan muy bien en la naturaleza, etc.
De este modo, podemos encontrarnos personas con posiciones muy elevadas gracias a sus méritos académicos pero que luego son un desastre en su vida personal. O personas que son un encanto de bondad pero que no les sale nada a derechas en su vida laboral. O, por poner un tercer ejemplo - aunque hay muchos - personas muy espirituales que son incapaces de relacionarse con los demás. Es decir, habitualmente desarrollamos algunas de nuestras facetas y las otras quedan relegadas, de forma que, una parte de lo que somos resulta suspendida y olvidada. Esta situación condiciona la forma de vida que llevamos, las elecciones que hacemos, las metas, objetivos, tipos de relaciones, etc., ya que sólo nos acercamos a aquello en lo que nos sentimos competentes y a las personas que consideramos similares. Así, cuando surgen situaciones en que necesitamos las habilidades perdidas podemos llegar a tener problemas.
Esta explicación aclara algo que vemos a menudo. Como, por ejemplo, políticos sin madurez ética, maestros espirituales que se aprovechan de sus discípulos, cantantes con vidas emocionales autodestructivas, artistas con pocas luces, etc. A veces encontramos personas con un desarrollo más equilibrado y completo, pero no siempre sucede y en el caso de las personas que destacan en algo, se hace más evidente.
La meditación
La cuestión es que cuanto facetas estén desarrolladas más plena resulta la vida. Algunas ya las poseemos de forma natural, pero la carencia de otras nos limita. Algunos necesitamos desarrollar nuestras habilidades emocionales, otros conciencia moral y ética, otros la sensibilidad estética, etc. Mediante la meditación desarrollamos la habilidad de conocernos y profundizar en nosotros mismos. Cuando nos falta desarrollar esta habilidad, nos cuesta mucho comprendernos a nosotros mismos, seguir nuestras intuiciones, ser original, o conocer y perseguir nuestros objetivos personales.
Mediante disciplinas de auto-observación, como la meditación, empezamos a ser capaces de trabajar sin dependencias, crear nuestro propio espacio, y vivir a nuestro propio ritmo. Es como encontrar un centro de apoyo interno sobre el que funcionar en la vida. Así, empezamos a saber lo que queremos, descubrimos lo que nos ayuda y lo que nos perjudica, y sabemos cómo respetarnos y escucharnos.
Aunque a menudo se practica en grupo, la meditación es un trabajo individual y personal. Practicarla nos conduce a ser más conscientes de nuestros estados internos y a ser más capaces de la reflexión y contemplación. Empezamos a comprender mejor nuestro mundo interno, nuestros sueños y símbolos, nuestros estilos de relación y -lo más importante- tanto nuestras flaquezas como nuestras aptitudes. No hace mucho vino a meditar una persona que llevaba algún tiempo haciendo psicoterapia, pero que nunca había practicado meditación. Uno de sus comentarios tras la experiencia fue haber descubierto que hacer meditación le ayudaba mucho luego, en sus sesiones de psicoterapia. Estaba entusiasmada y a pesar de que no le resultaba fácil -debido a su personalidad inquieta- decidió incorporarla en su vida.
Muchas veces no sabemos ni lo que queremos, queremos tener a alguien cerca que nos ayude a tomar decisiones o incluso a percibir cuál es la mejor opción. La meditación nos ayuda a desarrollar la capacidad de introspección que nos mantiene en contacto con nosotros mismos. De este modo, sentimos lo que necesitamos y lo que más nos conviene. Mediante la continua observación interna, aprendemos a conocernos y a descubrir lo que se mueve por dentro. Uno de los objetivos de cualquier meditación es descubrir el funcionamiento de la mente. Hagamos un ejercicio de atención, una práctica de compasión o una meditación sobre la muerte, lo que estamos llevando a cabo es plantear una tarea a la mente y observar cómo ésta responde: cómo resuelve la tarea, qué es capaz de experimentar o sentir, cómo funciona, etc.
Así, con la constante práctica de la meditación empezamos a ser más conscientes de nuestras emociones, deseos y anhelos. En las situaciones de conflicto, sabemos qué está pasando y cuáles son los obstáculos con los que nos enfrentamos. Todo se vuelve más claro y dejamos de engañarnos a nosotros mismos.
Recuerdo el caso de una alumna que tenía un conflicto con un amigo. Se empezaron a producir unos desencuentros y decidió interrumpir el contacto con él. No tenía muy claro lo que sucedía pero decidió pensar que esa persona no era tan importante para ella y que no necesitaba añadir complicaciones a su vida. Le pedí que explorara un poco más lo que estaba sucediendo, de modo que en una meditación guiada conectó con la situación. En su espacio interno, descubrió que la relación le despertaba antiguos sentimientos personales de abandono, miedo a la deslealtad, y soledad. Empezó a ver que no estaba tan limpia como pensaba y que si quería abrirse a una relación sana y satisfactoria tenía todavía que depurar algunas cosas. Su amigo no resultó ser la pareja que necesitaba pero lo sucedido le hizo descubrir los obstáculos internos que le impedían encontrar a alguien con quien compartir su vida.
La meditación es así, nos despierta del sueño, de la ilusión que hemos creado y de los cuentos que nos decimos para evitar la realidad.
Completarse
Desde esta perspectiva, es fácil entender, cómo la meditación contiene el potencial para ayudar a desarrollar todas las demás facetas de la persona. Cuando somos más conscientes de nosotros mismos, también percibimos los aspectos en que somos más vulnerables, lo que necesitamos aprender e incluso cómo podemos hacerlo.
Así, el mero ejercicio de observarse uno mismo, sin más pretensiones, nos acerca a despertar nuestros anhelos más profundos, a buscar los medios para realizarlos y a conocer los obstáculos que hemos de enfrentar.
Aún así, es bastante común que nos quedemos fascinados con nosotros mismos. Este es el gran peligro de los meditadores. Nos encanta mirarnos, conocernos, explorarnos, sentirnos, desarrollarnos, etc., y nunca salimos de ahí. Para nuestra mentalidad individualista, es perfectamente razonable, y la meditación tiene el peligro de hacernos más egocéntricos. De modo que acabamos desarrollando mucho conocimiento de nosotros mismos, y volvemos a olvidar aspectos como lo interpersonal, la ética, lo emocional, etc.
Por ello es importante practicar la meditación de un modo amplio y extenso. Esto quiere decir que la práctica personal debe estar enlazada con el desarrollo de la habilidad de vincularnos con los demás. La meditación tiene que servir para hacer un mundo mejor. Así, al meditar necesitamos pensar que nuestra conciencia sirva para traer más armonía a nuestro alrededor, entender mejor a los demás, compartir con menos miedos, colaborar más libremente, etc. Necesitamos hacer de la meditación un instrumento de liberación de todo el dolor que vemos en los demás.
Muchas veces, esto lo hacemos directamente cuando hacemos meditaciones sobre el amor, la compasión, el perdón, la ecuanimidad… Otras veces, cuando la meditación es sólo de atención consciente, debemos introducir esta apertura al principio y al final. Así, antes de empezar a meditar, generamos la intención de hacerlo para el bien de todos los seres, y cuando terminamos la práctica recordamos la intención y dedicamos el esfuerzo para que seamos plenamente capaces de ayudar a los demás. De este modo la meditación, nos ayuda de un modo más efectivo a estar más completos, y evitamos el error del narcisismo espiritual, la experiencia espiritual alejada de la vida y la realidad.
Por consiguiente, y para concluir, cuando vamos desarrollando las diferentes potenciales nos vamos completando y vamos adquiriendo más recursos para conseguir una vida menos condicionada. Una de las aptitudes fundamentales para ello es la capacidad de auto-observación. Cuando nos ejercitamos en ello, podemos ir avanzando sin quedarnos estancados. Así, la meditación y contemplación de la mente es un ejercicio sumamente efectivo en el desarrollo personal y en el logro de una vida más satisfactoria y completa.
http://escuelademeditacion.com/lecturas/inteligencia.htm