Tengamos pensamientos de paz, valor, salud y esperanza porque “nuestras vidas son la obra de nuestros pensamientos”.
No tratemos nunca de pagar a nuestros enemigos con la misma moneda, porque, si lo hacemos, nos haremos más daño del que les hagamos. “No perdamos un minuto pensando en las personas que nos desagradan”.
No nos preocupemos por la ingratitud. Jesús sanó a diez leprosos en un día y sólo uno le agradeció. ¿por qué hemos de esperar más gratitud de la que Jesús obtuvo?
El único modo de ser feliz no es esperar gratitud, sino dar por el placer de dar.
La gratitud es un rasgo “cultivado”; por tanto, si queremos que nuestros hijos sean agradecidos, hay que educarles para ello.
Cuenta tus bienes y bendiciones no tus males y dificultades.
No imitemos a los demás. Encontrémonos y seamos nosotros mismos, porque “la envidia es ignorancia” y “la imitación es suicidio”.
Cuando el destino nos entregue un limón, tratemos de hacer una limonada.
Olvidemos nuestra falta de felicidad tratando de crear un poco de felicidad para los demás. “Cuando eres bueno para los demás, eres mejor para ti mismo”